El asunto de la semana tampoco necesita de muchas explicaciones. La ley de libertad sexual, conocida por la patochada de sólo el sí es sí, como si las relaciones sexuales entre hombres y mujeres se hicieran ante notario, ha terminado donde se podía esperar de doña Irene Montero, un mujer ignorante, majadera y orgullosa, que ha promulgado una ley absurda, presuntamente en defensa de las mujeres y que está acabando en un una ristra de sentencias a favor de agresores sexuales.

Es una ley presuntamente pergeñada para la mujer que se ha vuelto contra la mujer al considerar, de forma muy feminista, que una agresión contra la mujer no atenta contra su integridad sino contra su voluntad. La práctica desaparición del distingo entre abuso y agresión sexual, ha hecho que una ley presuntamente pensada para perseguir las cada vez más numerosas agresiones  sexuales contra la mujer terminen en una defensa del agresor... que tiene bemoles la copla.

Cuando las leyes están mal hechas, sus nefastos resultados no son culpa del que las aplica sino del que las promulga

Ahora bien, hacer una ley mala, a pesar de todos los servicios jurídicos del Estado trabajando para ella, es un gran error pero subsanable.... siempre que la hacedora de la pifia, doña Irene, tuviera un adarme de humildad y rectificara.

No es el caso, Montero y sus mariachis feministas se han lanzado contra los jueces que aplican la norma para exigirles que la apliquen bien. Su segunda, la inefable Pam, ha dio más lejos y les ha pedido a los jueces que se formen. Precisamente ella, que sabe más que lepe, lepijo y su hijo. Porque ellas no se apean de la burra y, en lugar de rectificar su error, insisten en que su ley es magnífica y que los jueces se equivocan.

Ante el ridículo fehaciente, hasta en el PSOE han surgido voces que piden cambiar la ley pero han resultado apagadas por Pedro Sánchez, que es orgulloso pero no majadero, y sabe que necesita a los majaderos de Podemos para mantenerse en el poder hasta las próximas elecciones. Sánchez no ha arremetido contra los jueces sino que ha emitido una doctrina que seguramente pasará a los anales de la jurisprudencia.

O cambias la ley mal hecha o cambias a los jueces que la aplican. Lo primero resulta más sencillo: tan sólo exige un poquito de humildad

Ojo al dato: dice Sánchez que es tarea de los jueces sentar doctrina sobre la ley de Irene Montero. Pues ya lo han hecho, presidente: han consensuado que esa ley favorece a los violadores, que figuran entre el grupo más indeseable de esta sociedad. Los jueces, no están para hacer las leyes sino para aplicarlas. Y cuando las leyes están mal hechas, sus nefastos resultados no son culpa del que las aplica sino del que las promulga.

El Consejo General del Poder Judicial ha protestado contra los ataques de Montero, Pam y compañía a los jueces. Los vocales conservadores y los progresistas. Y es que una vez más, el Sanchismo ha ido demasiado lejos.