Insisto: si mañana le dicen a Pedro Sánchez que debe legalizar el incesto, lo hará. 

El museo de los horrores legales de la ministra Irene Montero alcanza su cénit con el ley de la transexualidad que se despacha en el Congreso. Pero insisto: sólo una sociedad desnaturalizada y desquiciada puede estar discutiendo, gran debate, si un adolescente de equis años puede decidir cambiar de sexo sin permisos judicial o paterno. De padres progresistas, naturalmente.

Mire usted, el cambio de sexo debe prohibirse en jóvenes y viejos, ellos y ellas, guapos y feos, listos y tontos. Insisto, no nacimos, nos nacieron: no podemos dar razón de nuestra existencia. Vamos, que no nos creamos a nosotros mismos, nos crearon, nadie nos ha perdido permiso para nacer y mucho menos para ser varón o mujer.

Además, la autodeterminación de género significa que una serie de matarifes, que no médicos, se dedican a perpetrar experimentos Frankenstein con chavales que pasado mañana se arrepentirán de haberse mutilado los testículos o de haberse fabricando una pene con carne del muslo.

Para entendernos: la transexualidad ha enloquecido definitivamente al socio-podemismo. Si Sánchez necesita legalizar el incesto, o el fusilamiento legal, para mantenerse en Moncloa... ¡lo hará!    

Canallada, patología y locura.

Esto hay que pararlo.