Tras proteger los huevos de tortuga boba, pero no hacer lo mismo con las fresas de Huelva ante el boicot alemán, Teresa Ribera tiene otra gran misión: salvar al caracol chato de Arguineguín, una especie única y endémica de esa zona de Gran Canaria. Ya saben lo mucho que a la vicepresidenta ecológica le gusta proteger la biodiversidad.

De hecho, ya se ha lanzado una campaña de recogida de firmas en Change.org que pide proteger esta especie y se señala que requiere especial atención porque su hábitat y área de distribución natural se está reduciendo por la antropización masiva. Es decir, una vez más para los ecologistas, el ser humano es culpable y sobre todo la transformación que ejerce sobre el medio.

Y ojo, proteger el caracol chato puede suponer un conflicto para la vicepresidenta ecológica, porque se pide la paralización cautelar de la obra de la central de bombeo reversible de Salto de Chira, uno de los grandes proyectos de almacenamiento de energía de Redeia y que acapara gran parte de sus inversiones. Y eso que la compañía que preside Beatriz Corredor, exministra socialista y amiga de Pedro Sánchez, subraya su compromiso con la biodiversidad.