Lunes 24 de enero, San Francisco de Sales, patrón de los periodistas. ¡Que San Paco nos proteja, que buena falta nos hace! Patrón de los de este oficio porque, como obispo de Ginebra, decidió comunicarse con sus feligreses a través de hojas volanderas, octavillas, con contenidos de actualidad que es lo que caracteriza al periodismo.

Sí, a los 'cagatintas', hoy ensuciapantallas, no nos distingue ni la temática, ni el estilo, ni la preparación: en periodismo nos distingue que hablamos de cualquier cosa que haya pasado ayer, así como de lo que está pasando hoy. Lo que no nos interesa nada es lo ocurrido anteayer, salvo como referencia. Esto es lo que muchos egregios escritores que escriben en periódicos no acaban de entender. Tienen vértigo a escribir la historia en directo. Lo entiendo, pero no son periodistas.

Pues bien, el aristócrata De Sales aprovechó las nuevas tecnologías, la imprenta, nacida un siglo antes y aún en sus vagidos iniciales cuando un siglo después, nace el patrón de los periodistas. 

Un consejo para los periodistas que comienzan: sean ustedes lo más subjetivos posibles

Francisco de Sales era obispo de Ginebra, que no deja de ser la ciudad de todo lo bueno y de todo lo malo, monumento al demonio incluido, aunque Madrid también honra al Príncipe de la tinieblas con el suyo. En ella negocian Estados Unidos y Rusia la paz en Ucrania, en ella figura la oficina de Derechos de Naciones Unidas, donde el último secretario de Estado de Donald Trump, de nombre Mike Pompeo, logró re-introducir el derecho a la vida -Consenso de Ginebra-, el primero de todos los derechos humanos, cimiento de todo el entramado ONU, en... la Declaración de derechos humanos, desde la concepción hasta la muerte natural. 

Pues bien, Francisco de Sales fue obispo de Ginebra y además de su Introducción a la Vida Devota y otras obras literarias, de la que nos habla Fidel García, es el patrón de los periodistas. Es, pues, el momento de hablar del estado de la cuestión. 

Iniciado el siglo XXI, llegó Internet, un paraíso de libertad para los periodistas, que nos libró de un siglo de oligarquía plutocrática de los grandes editores, que no constituían el cuarto poder sino el primero, con los otros poderes, especialmente con el poder político, el económico, y el peor de todos ellos: el cultural. El siglo XX fue el de los Polanco pero la WWW nos libró de ellos. A partir de entonces, con un blog podías decir lo que quisieras: una maravilla.

Eso sí, la libertad es una llama que hay que mantener continuamente encendida... y lo que cuesta. Es más, los periodos de libertad son más cortos en la historia que los autoritarios que no admiten crítica alguna. 

En otras palabras, Si los editores plutócratas eran los enemigos del periodista en el siglo XX en el siglo XXI el enemigo es Google, las redes sociales y los verificadores de bulos, o sea, censores del discrepante, es decir, los nuevos sicarios del poder

En el siglo XX el enemigo de la libertad periodística fueron los grandes editores, hoy es Google

Otrosí, en el día de nuestro Santo Patrón, San Paco, continuamos los periodistas -en pleno siglo XXI, que diría un progre- con el sambenito de la objetividad. ¡Qué peñazo! Como si los hechos sirvieran para algo cuando falta criterio para interpretarlos sensatamente. No digo con eso que la objetividad no sea posible -que no lo es- digo algo peor: digo que nada hay tan manipulador como el periodismo objetivo sin pensamiento. Y el pensamiento comienza con el juicio de valor. ¿Y la alegría? También. 

Un consejo para los periodistas que comienzan: sean ustedes lo más subjetivos posibles. No dejen de opinar, valorar, juzgar, interpretar y explicar. Entierren el periodismo objetivo desde la primera pieza.

Pero si algo caracteriza este 2022, y a este siglo XXI del periodismo es que nos hemos vueltos todos muy serios, muy agonías, muy graves, demasiado conscientes de nuestra propia dignidad de profesionales. Si cuando al pueblo se le quiere tomar por idiota se le llama pueblo soberano, cuando el poder se burla de los periodistas les llama profesionales independientes. Pero hombre, si esto no es una profesión, es un oficio. 

Y recuerden la sentencia del mejor periodista de la historia, un tal Gilbert K. Chesterton: el demonio se precipitó a los infiernos por la fuerza de la gravedad. Era el mismo pensador, escrito, filósofo, que gustaba definirse a sí mismo como "un jovial periodista". ¡Qué pocas risas oigo en la redacciones de hoy! 

Ni que estuviéramos haciendo algo serio. Señores periodistas: menos dignidad y más jovialidad. Menos pensar en "Todos los hombres del Presidente" y más en "Primera Plana", una peli mucho más divertida y de la que se puede aprender mucho más (en todas sus versiones, pero me quedo con la de Walter Matthau y Jack Lemmon). 

Oiga, que lo nuestro no es para tanta gravedad ni para tanta dignidad.