No es oro todo lo que reluce, y nuestro Gobierno peca de optimismo en cuanto al crecimiento de la economía española. La pandemia y la inflación, como factores más relevantes, desbaratan la euforia de los pronósticos de crecimiento de nuestra economía.

Un virus, no sólo incontrolado, si no desbocado en su expansión, está produciendo un crecimiento exponencial de contagios a nivel mundial, lo cual influye, y de hecho lo está haciendo, en la continuidad de las disrupciones en las cadenas de producción y de suministros. Ello afectará, sin duda alguna y de forma acusada, a la economía española con un sustancial menor crecimiento del anticipado a los cuatro vientos por el Gobierno. A esa reducción del crecimiento del PIB se unirá, con seguridad, un aumento de la morosidad anestesiada ahora por los ERTE, ERE, créditos ICO y una extensión, ineludible, de las moratorias acordadas con el sistema financiero. Las previsiones del BdE en relación con el crecimiento del PIB para el año recién terminado han pasado del 6,3% a 4,5% y para 2022 se han reducido del 5,9% al 5%.

La inflación, definitivamente, ha venido para quedarse y no es transitoria sino estructural, produciendo un incremento importante de los precios que puede arrastrar a una subida generalizada de los salarios. El IPC medio estimado por el BdE para 2022 se sitúa en torno a 3,7%. A todo ello hay que añadir que las políticas de estímulos monetarios en la UE finalizarán en el próximo mes de marzo, con razonable certeza de que puedan no prorrogarse. Por otra parte, pero con similares efectos, es verosímil pensar que el BCE, para combatir la escalada de los precios, termine subiendo los tipos de interés con el consiguiente problema, no del pago del capital que está por encima del 121% del PIB , sino del incremento del gasto financiero de la deuda. Se dice que la deuda pública es perpetua y que no se amortiza, sino que se renueva permanentemente, pero los intereses hay que pagarlos y su tipo muy posiblemente suba en los próximos meses. Y no olvidemos que nuestro país necesitaría dedicar toda la producción de un año para atender esa deuda pública. De ahí la importancia de estrategias a corto y medio plazo para ir reduciéndola.

Todo ello sin olvidar que los fondos europeos están llegando tarde y con cuentagotas, debido a la enorme burocracia del sistema y a las incertidumbres sobre su destino y control.

Que la sociedad civil, reaccione y atempere la borrasca que se nos viene encima y que puede dañar, muy considerablemente, el comportamiento de nuestra economía a muy corto plazo.