HOMO HOMINI LUPUS
“el hombre es un lobo para el hombre”

Disfrutamos de acontecimientos espectaculares en la naturaleza, que darían de sobra para vivir de rentas y seguir adelante con las alforjas llenas. Como el otoño, que viste las hojas de los árboles con los trajes más vistosos, para verlas morir bailando con el viento su última danza hasta llegar al suelo creando alfombras multicolores, o la primavera que teje mantones floridos allá donde miremos.

Sí que suena bien este comienzo, pero la realidad es bien distinta, tanto que solo me viene a la cabeza esta famosa frase latina, al conocerse o reavivarse los horrores que es capaz de cometer el hombre, el homo sapiens, contra su propia especie.

Según la teoría evolutiva, el hombre ha conseguido la colonización de todo el planeta. Como contrapunto a esto, autores y estudiosos reconocidos aseguran que se ha convertido en la especie más peligrosa y la mayor amenaza para la vida en la Tierra y la supervivencia de nuestra especie.

“Homo homini lupus”, famosa cita extraída de una obra de Plauto, escritor y comediógrafo romano que vivió en el Siglo III-II a.C., en la que hace referencia al egoísmo natural de nuestra especie, tras sufrir las Guerras Púnicas y su horrores en primera persona, define al hombre como un predador para con sus semejantes. Se convierte en idónea y modelo de estudio en nuestro presente, por las similitudes que establece entre ser humano y las bestias, mostrando estas un sentimiento de amor y protección hacia los individuos de su misma raza, mientras que el hombre es capaz de las mayores atrocidades contra sus congéneres por distintos motivos: limpiezas étnicas, matanzas de personas por ideología política, saqueos, violaciones, esclavitud, crímenes de guerra, genocidios, seguido de un largo etcétera.

En la manada, cuando aparece otro macho dispuesto a competir, el lobo que la rige, es decir el macho Alfa, entabla una lucha abierta contra él, que contemplan todos. El perdedor se retira y abandona la manada tras la derrota. Es la selección natural, solo los mejores tendrán derecho a perpetuar la especie.

En el caso del hombre, no llegan al poder los mejores, los que logran vencer en una lucha abierta que hayamos visto todos, sino los que son aupados con una victoria diseñada de antemano con argucias y trampas, eso sí, todas legales, amparadas por leyes que, los unos en contubernio con los otros, han elaborado previamente para todos los supuestos casos. De manera que, cuando un individuo o una idea en estado puro se les acerca, no tiene posibilidad alguna de supervivencia, por que ni a los unos ni a los otros, desde su consecutiva alternancia en el poder, les interesa. Por lo que es fácil deducir que en la especie humana sobreviven los peores, o lo que es lo mismo, y para entendernos, llamando al pan, pan y al vino, vino; los más malos y perversos.

Y qué vamos a hacer nosotros, los ciudadanos de a pie, al ver, sobre todo, al padecer todo esto, y sentirnos, al menos yo, como ovejas camino del matadero sin posibilidad de salir vivas. ¡Claro que protestamos!, pero encontramos paredes y oídos sordos, porque hasta eso está protocolizado. Solo nos queda el uso de la palabra, la nuestra, el tú a tú, en el calor de lo cotidiano, hablar, escribir, leer y contarlo, no callarnos, sentir que todavía nos queda el arma más poderosa, dotada con la fuerza de mil titanes, invencible, superviviente nata, formada con signos con poderes increíbles, infinitos y mágicos, ¡la palabra!

Cuesta entender que después de matar a sangre fría a otro ser humano, se pueda salir a la calle a pasear tranquilamente, sobre todo si se hace con el parabién judicial. Hay que perdonar, pero olvidar es difícil, cuando aún está fresca la sangre de las víctimas, cuando, quizá, abuelos, padres, esposas e hijos, aún conservan sus ropas en los armarios, en una utópica espera, paralizados por la pérdida, igual que se detuvieron las vidas de sus seres queridos, arrancadas de forma violenta. No solo sus familiares, todos somos víctimas a la deriva, ante en el gran desamparo de la justicia. Más, cuando siguen en aumento escalofriantes noticias que no paran de sorprender nuestra capacidad de horrorizarnos, que nos hacen recordar “Homo homini lupus”, y tantos crímenes cometidos por el hombre contra su propia especie a lo largo de la historia, a los que añado el terrorismo, todo tipo de maltrato, el abuso sexual en niños y adultos, y crímenes “contra natura”, de padres capaces de matar a sus propios hijos.

El horror y la violencia es una amenaza a tener siempre presente, acecha, sin tregua, amparada en nuestra propia piel para aniquilarnos al menor descuido.

Visto lo visto, regreso al comienzo, e imagino a nuestro hermano lobo, ajeno a todo esto, vigilante, defendiendo la manada, luchando conforme a las reglas para mantener su especie, buscando cobijo en otoño, antes de las primeras nieves, para la hembra y los lobeznos, y en primavera, antes de su alumbramiento, con esa extremada delicadeza que cuentan los libros. Seguro que cometerá muchas tropelías en los eslabones inferiores de su cadena alimenticia… En Galicia, se hablaba de su codicia, contaba mi padre, “el lobo mata cinco ovejas, para comer una”, yo añado: pero nunca a los de su especie.

Hay tanto por decir, que no acabaría…

Desde la antigüedad se le reconoce su nobleza. Afirma un naturalista estudioso de cuando el hombre cazaba para sobrevivir, que se había fijado en el lobo como “cazador ordenado, colectivo, inteligente, audaz y socialmente preparado para vivir en manada”. Está claro que nos queda mucho que aprender de él.