Lamoneda, el manipulador de la profanación de la iglesia de El Carmen, rehabilitado por Alfonso Guerra y Leire Pajín
Solo por desconocer su historia, únicamente por ignorar los antecedentes del partido del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se puede uno sorprender de los ataques de los socialistas contra los medios de comunicación, porque de casta le viene al galgo. Por poco que se sepa de Historia resulta imposible creerse la propaganda del Frente Popular que ahora gobierna en España, empeñado en que nos traguemos esa grosera mentira de que durante la Segunda República brilló la libertad de prensa en todo su esplendor.
Hace tiempo, en otro artículo enumeré los atropellos contra la prensa durante la Segunda República. Fueron tantos y tan graves que Niceto Alcalá-Zamora (1877-1949), presidente de la Segunda República desde diciembre de 1931 hasta mayo de 1936, y por lo tanto con conocimiento de causa, calificó la censura de este período “como la más rigurosa que España ha conocido”.
La parroquia de San Luis fue incendiada por unos revolucionarios protegidos por Guardias de Asalto, por orden del Gobierno del Frente Popular de la Segunda República
Y si la situación no fue buena ni para el periodismo ni para los periodistas durante la Segunda República, cuando estalló la Guerra Civil se radicalizó la persecución. A las pruebas me remito: veamos la información de la profanación de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis Obispo de Madrid, difundida por el ABC el 1 de agosto de 1936.
La iglesia del Carmen era lo que quedaba de un convento del Carmen Calzado, que fue desamortizado en el siglo XIX. El convento fue construido en 1575 y estuvo ocupado por monjes carmelitas hasta que fueron desalojados por las leyes de la desamortización. En este convento nunca hubo monjas carmelitas. Dicha iglesia estaba situada muy cerca de la Puerta del Sol en la madrileña calle del Carmen, y al destruirse totalmente la vecina parroquia de San Luis el 13 de marzo de 1936 en un incendio provocado por revolucionarios protegidos por Guardias de Asalto por orden del Gobierno del Frente Popular de la Segunda República, asumió a sus feligreses y por eso en la actualidad tiene el título de Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis Obispo.
17 periodistas y colaboradores y 43 trabajadores de los talleres del ABC fueron asesinados y el periódico incautado para dedicarlo a propaganda del PSOE
Al comienzo de la Guerra Civil, el 20 de julio de 1936 los milicianos asaltaron la sede del periódico ABC, y el edificio quedó bajo la dirección de Ramón Lamoneda Fernández (1892-1971), secretario general del PSOE. Hace ya un tiempo publiqué los nombres de los hombres vinculados al ABC que fueron asesinados: 17 periodistas y colaboradores y 43 trabajadores de los talleres, que por lo visto no fueron clasificados como parias de la tierra y fueron considerados explotadores del proletariado.
Ramón Lamoneda Fernández era tipógrafo, titulación que adquirió en la escuela de aprendices de la UGT donde ingresó con 16 años. A partir de este momento escaló puestos políticos hasta alcanzar la cumbre del Partido Socialista. Empezó en la Juventudes Socialistas de Madrid, fue uno de los activistas más destacados de la Federación Gráfica Española de la UGT de la que llegó a ser presidente, diputado durante la Segunda República y por fin Secretario General del PSOE. Pues bien, el 22 de julio de 1936, los representantes del Sindicato Gráfico de la UGT se hicieron con el control del periódico y comenzaron a trabajar en la nueva línea editorial. Y tres días después, el 25 de julio, aparecía el primer número del nuevo ABC, que en su cabecera figuraba como “Diario Republicano de Izquierdas”.
Ramón Lamoneda, secretario general del PSOE, se puso al frente del ABC incautado y manipuló a gusto la repugante profanación de la madrileña Iglesia del Carmen
El 1 de agosto de 1936, el ABC destacaba una noticia y por eso en las primeras páginas publicaba la foto que ilustraba esta crónica, que se podía leer en la página 20 de ese día. La noticia se titulaba con toda la intención de denigrar la vida casta de unas monjas que nunca habitaron ese convento, y las presentaba como unas hipócritas y unas lascivas. Y lo hacía con estos titulares: “En la iglesia del Carmen aparecen sesenta y cinco cadáveres momificados. Con los de las monjas se encuentran también los de unos fetos”.
Pocas informaciones más tendenciosas que esta. Esto es lo que decía la noticia: “Desde hace días las milicias unificadas se habían incautado de la iglesia del Carmen, sita en la calle del mismo nombre. La tarde pasada los camaradas José Olmeda y Antonio Espinosa, practicaron un registro en el interior de la misma, dando por resultado el hallazgo de unas sepulturas debajo del altar mayor. En ellas se encontraron varios cadáveres momificados, dos de ellos de mujer, y recostados entre las piernas los restos de otros tantos fetos o de criaturas de corta edad. Por las vestiduras de los cadáveres se ve con toda claridad que pertenecieron a monjas de la Orden, ya que sobre el burdo ropón conventual se observan los cilicios de gruesas cuerdas.
Ante estos descubrimientos las milicias continuaron su búsqueda, encontrando bajo las bóvedas de otras capillas numerosos nichos con otros tantos cuerpos.
En la iglesia del Carmen aparecen sesenta y cinco cadáveres momificados. Con los de las monjas se encuentran también los de unos fetos
Todos estos enterramientos parece que datan de 1746, fecha en la cual el convento era habitado por monjas de la Orden carmelitana (...).
Durante los trabajos de excavación resultó herido leve el miliciano Ramón Caballero.
La noticia del hallazgo de los restos se difundió rápidamente por Madrid, congregándose ante la iglesia gran cantidad de público que intentó penetrar en el interior del templo para contemplarlos.
Las milicias disuadieron a los congregantes que desistieran de su empeño disolviéndose en perfecto orden.
También han sido hechos curiosos descubrimientos en el convento de las Capuchinas de la plaza del Conde Toreno, adonde han sido trasladadas las presas de la Cárcel de Mujeres, con objeto de dedicar esta prisión a los detenidos con motivo de la sublevación.
Desde el convento de las Capuchinas parte un subterráneo, con comunicación probable con un convento de frailes, pero está comunicación con trayectoria todavía no comprobada, podría atribuirse a maledicencia sectaria. Lo que no admite duda ya es que han sido hallados algunos fetos, que es de suponer no habrán sido colocados allí para desprestigio de quiénes decidieron llevar una vida recoleta, huyendo del mundanal ruido y de los apetitos de la carne.
Además de los fetos se han ofrecido a la contemplación de los profanos útiles higiénicos de aplicación sexual en bastante abundancia.
Y del mismo modo que la ornamentación iberoamericana —según el producto de las excavaciones arqueológicas— reviste las formas de fábulas y falos, también la imaginería del convento de las Capuchinas ofrece espléndidas muestras de dichos objetos decorativos”.
Y concluía la información de la manera más cínica posible, manifestando la preocupación del periódico de que esta información debilitase la fe de los creyentes. Así acababa la noticia: “El descubrimiento, en suma, ha sido como para hacer perder la fe en la clausura a no pocas católicas que en él han intervenido. Y aún falta abrir algunas puertas del convento que pueden guardar más sorprendentes secretos religiosos-venusianos”.
Por el estilo del texto, plagado de mentiras e insidias, se vislumbra que el que lo escribe es un intelectual, y por si hubiera quedado alguna duda, el autor deja constancia de que es persona culta y conoce las obras del Duque de Rivas (1791-1865), pues concluye así: “Porque, Lisardo, en el mundo siempre hay más…”, referencia a su obra El desengaño en un sueño.
La publicación de la foto en el ABC, con la que se ilustra a continuación el artículo de este domingo, permitió localizar a los autores de la hazaña de encontrar momias de monjas en un comvento donde nunca hubo monjas y conocer la verdad de lo ocurrido. La iglesia fue desvalijada, se destruyeron los retablos y se vendieron como madera todas las imágenes de los santos, algunas tallas eran verdaderas obras de arte.
Ramón Caballero y La Chula disfrutaban profanando la iglesia, bailando escandalosamente y acostándose en presencia de todos en medio de la iglesia
El jefe de la banda fue el citado por el ABC, José Olmeda, que en la foto está sentado en el suelo el solo, con una calavera sobre su pierna derecha. Durante la profanación en la iglesia del Carmen le visitaba una mujer, conocida como La Patro, a la que algunos calificaron como una prostituta. La Patro no es la que aparece en la foto. Tanto José Olmeda como La Patro fueron juzgados por un tribunal popular de la CNT durante la Guerra Civil y fueron fusilados. Se les acusó de falsificar carnés de la CNT y de diversos saqueos y robos.
La mujer que aparece en la foto se llamaba Carmen Colorado y respondía al alias de La Chula. Era una bailarina de un tugurio de la calle de la Montera conocido como “El Shanghai”.
La Chula hacía vida marital con Ramón Caballero, el que según el ABC resultó herido mientras desenterraba a los muertos. Caballero figura en la foto sentado en el suelo, con un fusil entre las manos, junto a Antonio Estévanez Quintana, que levanta el puño.
La iglesia del Carmen se convirtió también en checa y encerraban a los prisioneros en las capillas laterales. Antonio Guimerá, que aparece en la foto a la izquierda de La Chula, se jactó de haber dado el paseo a un joven falangista de 18 años, al que remató de tres tiros
Ramón Caballero y La Chula disfrutaban profanando la iglesia bailando escandalosamente y acostándose en presencia de todos en medio de la iglesia. La Chula les proporcionaba a los asaltantes de la iglesia mujeres de mala nota, con lo que convirtió la iglesia en un lupanar y, también, en un negocio, porque La Chula era la encargada de cobrar la entrada a quienes querían ver los cadáveres desenterrados.
Durante unos meses, hasta que fue utilizada como almacén de abastos a mediados de 1937, la iglesia del Carmen se convirtió también en checa y encerraban a los prisioneros en las capillas laterales. Antonio Guimerá, que aparece en la foto a la izquierda de La Chula, se jactó de haber dado el paseo a un joven falangista de 18 años, al que remató de tres tiros, y describía su muerte con estas palabras: “A cada tiro que le daba… ¡Qué saltos daba el cabrón!”.
En el año 2009 Alfonso Guerra y Leire Pajín, que era entonces secretaria de Organización del PSOE, entregaron a un representante de los hijos de Ramón Lamoneda el carné de readmisión en el PSOE
Podía seguir, pero les ahorro los detalles. Sin duda que todos estos canallas pertenecían a lo peor de la sociedad del momento. Ellos fueron capaces de perpetrar crímenes abominables, pero el peor de todos los delitos no lo cometieron ellos, sino quienes sin dar la cara se aprovecharon de la acción de estos canallas para manipular desde las páginas del ABC la información contra la religión católica.
La foto de estos sicarios publicada en el ABC sirvió para que posteriormente fueran localizados y juzgados. Sin embargo, Ramón Lamoneda, cuando acabó la Guerra Civil se refugió en Méjico, donde murió en 1971. Ramón Lamoneda conspiró en todos los bandos del PSOE, fue partidario de Largo Caballero, después se pasó a las filas de Indalecio Prieto y en el exilio apoyó a Negrín, lo que le supuso la expulsión del partido. Pero en el año 2009 Alfonso Guerra y Leire Pajín, que era entonces secretaria de Organización del PSOE, entregaron a un representante de los hijos de Ramón Lamoneda el carné de readmisión en el PSOE.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá