Con Juan Pablo II estaba claro quién era el portavoz del Vaticano; Joaquín Navarro-Valls y cumplió su papel con sobresaliente. Luego Benedicto XVI eligió al jesuita Federico Lombardi, que también cumplió su papel con notable alto.
Cuando llegó Francisco, los cambios fueron tirando a constante. Ahora, se supone, el portavoz del Vaticano es Matteo Bruni pero no le culpo: lo cierto es que, aunque permanece en el cargo dede 2019, era el encargado de las acreditaciones periodísticas y, encima, le han hecho compartir protagonismo con otros responsables de la Portavocía vaticana.. y cada cual va a su aire. Vamos, que que no manda mucho.
Al final, en 2018 a algún brillante curial se le ocurrió la maravillosa idea de pedir apoyo... a la BBC, uno de los medios más empeñados en destruir a la Iglesia.
En cualquier caso, la comunicación vaticana es un desastre. Más de un mes ingresado lleva el Papa y, en lugar de adelantarse a la información mediática, principio primero de la comunicación, todo lo que sabemos de él, de forma directa, son unas palabras en una grabación y, ahora, la primera imagen nos llega en la capilla, casi de espaldas.
Insistimos, la muerte de un Papa debe ser trasparente porque para un católico se trata de "nuestra amiga la muerte".