Vindicación de la virilidad… que falta hace. San José es el prototipo de varón: todo lo mandaba y nada decidía
Siempre he considerado que San José era el hombre más viril del mundo. En el plan de salvación juega un papel primordial: guardar del escándalo -cosa seria- a la Madre del Redentor y al Redentor mismo. Además, cree en lo humanamente increíble y lucha por ello mientras sirve de padre nutricio y formador al Dios-Hombre.
No sólo por eso. San José era el prototipo de mando varonil. Era el jefe de la Sagrada Familia a los ojos del mundo y como la ejerció. Sin embargo él era el menos importante, el menos santo y el menos sabio de los tres y su estilo de dirección, y su plan estratégico, no lo decidía él: consistía en seguir el plan de Dios, su hijo, y el del ser humano más excelso que haya existido, el que mejor interpretaba ese plan y a quien consultaría cada día sobre él mismo. Es decir, que, como buen varón, todo lo mandaba y nada decidía.
La mentecatez feminista confunde servicio con sumisión, esconde la vanidad con la reivindicación de visibilidad y ha entrado en un bucle interminable de quejas y reclamaciones sin fin
Lo dicho: es el más viril de cuantos hombres han existido y existirán.
Lo cual resulta de un oportunismo notable, dado que, a día de hoy, la tabarra feminista ha venido a condenar hasta el nombre mismo de virilidad. Hoy en día, resulta más que necesario reivindicar la virilidad, como paso previo para resucitar la feminidad, igual de atacada, o más aún que la virilidad, por la mentecatez feminista, que confunde servicio con sumisión, esconde la vanidad con la reivindicación de visibilidad y ha entrado en un bucle de quejas y reclamaciones de las que nadie ve el final. Lógico: la congruencia siempre tiene límites, la incoherencia se extiende más deprisa que el virus del Covid, resulta ilimitada.
La figura de San José adquiere así una especial relevancia en el momento presente como ejemplo mismo de virilidad. Ahora bien, ¿qué es la virilidad? Pues el principal elemento, y la principal virtud del varón es la fortaleza. He dicho fortaleza, no la fuerza bruta: ¿verdad que no tengo que explicar la diferencia?
Cualquier estudiante de teología moral me echaría el alto pero no me dirijo a teólogos, así que puedo traducir la fortaleza, hoy y ahora, de esta forma tan sencilla: consiste en no quejarse.
Con muchas traducciones. Por ejemplo, traducido al campo político, fortaleza significa que hay que hablar menos de derechos y más de deberes. Menos reclamar derechos y más hacerse la pregunta de John Kennedy: no pienses lo que el país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por el país.
¿En qué escenario consideran que nos encontramos? ¿Acaso el feminismo no se ha convertido en una queja inacabable?
En el plano político, San José recuerda a lo de John Kennedy que no a John Kennedy: no pienses lo que el país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por el país
San José es un tipo que no se quejaba. Le dicen que va a ser padre adoptivo del Salvador y luego le ordenan que huya de un tirano de provincias, que abandone Israel y se marche a Egipto como un paria. Y lo hace. Y no protegió mal ni a Santa María ni al Hijo de Dios, en cuyo juego redentor se guiaba por esta máxima: mostrar el amor del Creador por la criatura, que no el poder de Dios sobre el hombre. En plata: un niño al que protegió, alimentó y educó un tal José descendiente del Rey David pero sin el ejército del Rey David. Un tipo realmente viril.
José es el santo fuerte, un contraste con la sociedad que tenemos: la sociedad de la queja y de la reclamación de derechos... a los demás. Pero quien recibe un derecho es porque alguien se lo ha dado. Si nadie otorga el derecho, y suele ser en forma de deber, nadie puede recibirlo.
Reivindiquemos la virilidad, que falta nos hace. Además, así nos seremos tan quejicas. Está claro: San José no era un feministo.