La Santa Sede reside en el Vaticano
Este artículo del padre Santiago Martín hay que leerlo varias veces, porque a la primera se te puede escapar algo.
Es una historia de los seis años de pontificado de Francisco. Que no entierra a Francisco, como hacen otros, pero que no se chupa el dedo
Tres repasos: el primero, al Sínodo de la familia, la madre de todas las confusiones doctrinales del momento.
El segundo, al Sínodo de la Amazonía que viene, donde ya suenan los tambores de adoración a la Pachamama, a la madre tierra, que es el culto ancestral y solemnemente idiota que en la sociedad civil conocemos como cambio climático. Con todo respeto, a la tierra que la adore su señora madre, la madre de la Pachamama, a la que servidor no acepta, ni como progenitora ‘A’, ni como progenitora ‘B’.
Pero, ya ha oído algún que otro obispo que pretende “sufrir con la tierra”. Pues mucho ánimo, monseñor: sufra usted a gusto que algunos, por mor de nuestra fe, preferimos el hedonismo al masoquismo.
Martín aún distingue un tercer apartado, según él, el más preocupante: las tontunas germanas. De los obispos germanos, quiero decir.
Y aún falta el ataque principal: a la Eucaristía
Los alemanes han nacido para recordarnos a todos los europeos que la vida es dura y que si no sufrimos lo suficiente, para eso están ellos allí. Como dijo Chesterton hablamos de “bárbaros tecnológicamente avanzados”. Y así, la Conferencia episcopal alemana anuncia una revisión de la doctrina sexual de la iglesia, con Roma o sin ella, porque ya Lutero se encargó de dejar claro que un alemán puede ser un genio o un loco, pero jamás discípulo. A fin de cuentas, ¿quién ha se ha creído que es el Papa, el vicario de Cristo en la tierra, o qué?
¿Qué por donde se presume que va a ir la profunda reforma de la doctrina en materia sexual de la Iglesia? Ven como esa pregunta no necesita explicación alguna: seguro que usted ya tiene la respuesta.
Y no entramos en el final: estamos al final
Y lo mejor es que el enfoque de Santiago Martín no es contra el Papa, sino ‘a favor de’. Repitamos la definición que mejor conviene al actual pontífice: un señor que trata de salvar lo salvable, en este pozo de podredumbre en que, como asegura el Cardenal Sarah, se ha convertido la Iglesia. Es más, para quienes aseguran que vivimos en peligro de cisma, hay que recordarles que es una grandísima tontería: estamos en él. Y se trata de un cisma rodeado de la blasfemia contra el Espíritu Santo, que es el signo del siglo XXI: lo malo es bueno y lo bueno malo, la verdad es mentira y la mentira verdad, lo feo es bello y lo bello decadente.
Y falta el ataque principal a la Eucaristía, doble ataque de increencia y de profanación.
Preocúpense, pero no se angustien: lo mejor de los cismas es que cuando terminan, todo el mundo se alegra. Porque, la duda está muy bien, pero la certeza es mejor.
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