Tímido, timorato, el apoyo que el presidente del Partido Popular Pablo Casado ofrecía a Isabel Díaz Ayuso, presidente de la Comunidad de Madrid. Yes que Ayuso, contra todo pronóstico en un miembro del PP, se convirtió el jueves en ‘trending topic’ -y toda la progresía se ha rasgado las vestiduras con gran entusiasmo- cuando se postuló como políticamente correcta -jamás la había visto así- contra la exhumación de Franco y, de paso, a más a más, contra la ley de memoria histórica, la resurrección del guerracivilismo por parte de Pedro el ‘maravilloso’.

No sólo eso: otra sorpresa es que Ignacio Aguado, de Ciudadanos, apoyó a la Díaz Ayuso, con una intervención peor trenzada pero que recordaba la obviedad que los progres insisten en ignorar: que socialistas y comunistas se dedicaron a invadir templos durante el muy democrático régimen de la II República.

Pues bien, la reacción lógica de Casado, que en el asunto de la exhumación de Franco y todo lo que conlleva ha estado desaparecido, debió pensar aquello de “a bodas me convidan”. Sin embargo, el líder del PP, amenazado está con los Feijóo o Alonso (el gran triunfador en Euskadi) que le llaman a la moderación, ha caído en ese otro término que también empieza por “m”: mediocridad.

Lo más triste: mis queridos compañeros periodistas juegan a ser cada día más políticamente correctos, más rencorosos. Lo mismo que en 1931

Casado no ha aprovechado el toro que la ha puesto en suerte Ayuso y cuando todo el mudo esperaba que marcara terreno, se ha ido por la ramas y ha asegurado que lo de ‘arderéis como en el 36” lo dijo una tal Rita Maestre.

Pero el problema, señor Casado, no es que lo dijera Maestre, que sí lo dijo; el problema es que los templos católicos verdaderamente ardieron en 1936 y antes, en la mayor matanza que se recuerda en el siglo XX por odio a la fe cristiana.

En lugar de apoyar a Ayuso, que marcó bien el debate, al asegurar que la persecución del cadáver de Franco por parte del PSOE resulta ridículo y guerracivilista, mientas impugnaba la vergonzosa normativa de memoria histórica, Pablo Casado ha vuelto do solía: a la cobardía habitual de la derecha español.

La Guerra Civil no empezó en 1936. Empezó antes: un mes después de la proclamación de la II República ya ardían los conventos en Madrid

Enfrente, la izquierda, aún peor. Tras la encerrona Ortega Smith, a cargo del comando de RTVE Xavier Fortes, y resumido por la comprometida Ana Blanco de la siguiente guisa: “Ortega Smith ha relacionado la exhumación de Franco con los incendios de iglesias”. Es que lo está, doña Ana.

Mientras, otra cobarde Begoña Villacís aseguraba que su compañero Ignacio Aguado habla del ‘ardimiento’ de templos en tono de metáfora.  

En definitiva, Sánchez prepara su gran victoria sobre un cadáver de hace 42 años, fomenta el frentepopulismo y -¡ay dolor!- mis queridos compañeros periodistas juegan a ser cada día más políticamente correctos, más progres, más insustanciales y más rencorosos. Lo mismo que en 1931. Sí, porque la cosa no empezó en 1936. Empezó antes, un mes después de la proclamación, por cierto fraudulenta, de la II República y ya entonces ardían los conventos en Madrid, ya comenzaban los asesinatos de católicos por el hecho de ser católicos.