Sospecho que se trata de la habitual discusión sobre si se trata de galgos o de podencos. Syriza, la formación griega que tanto preocupa a Angela Merkel y que puede ganar las elecciones, ¿es hermana de Izquierda Unida o de Podemos? Creo que la respuesta es de ambos. Lo cierto es que el partido político griego, Syriza, y su líder Alexis Tsipras (en la imagen), son comunistas disfrazados. Y es que el nuevo marxismo, también en Hispanoamérica, huye del término comunista como de la peste.

La historia de Europa del Este resulta demasiado clara y demasiado próxima en el tiempo. Por eso, el comunismo se oculta bajo un manto de populismo y pretende recuperar lo que nunca poseyó: la bandera de la justicia social, orillando el Gulag.

Ahora bien, resulta que tanto Cayo Lara como Pablo Iglesias son marxistas, ultras de extrema izquierda y Syriza, su referente, según el propio Iglesias, también lo es. Un triunfo electoral de Tsipras no sólo sería malo para Europa, sería malísimo para los griegos.

Ejemplo, cuando Syriza exige una quita sobre la deuda griega se olvida, como buen comunista, del principio moral básico de que las deudas hay que pagarlas. Ojo, lo uno no quita lo otro: la economía mundial está tan endeudada que, en mi opinión, un mundo nuevo sólo es posible sobre la idea de un jubileo de la deuda pública, una renuncia al cobro de una deuda que extorsiona a los pueblos. A cambio, claro está, de no volver a endeudarse.

Pero el principio moral no cambia por ello. Una cosa es llegar a un acuerdo con un acreedor sensato y otra no pagar porque no me sale de las narices.

Por otra parte, el término comunista precisa, en el siglo XXI, tras la Caída del Muro y tras la victoria de Polonia sobre el estalinismo, de esa precisión: ni Syriza, ni Izquierda Unida, ni Podemos se dicen comunistas. Esconden su definición bajo otros conceptos y otras siglas. Pero lo cierto es que siguen siendo eso: cristofobia, demagogia, muchos -y en ocasiones, acertados- diagnósticos y pocas terapias. El populismo no es más que el viejo comunismo disfrazado de democracia.

Ahora bien, que la señora Angela Merkel asegure que Grecia debe salir del euro si Syriza gana las elecciones no es de recibo. Incluso puede decir que no le guste Syriza porque no respeta las libertades democráticas pero amenazar con que te echo del euro, es un insulto a los griegos.

Europa no es una colonia de Berlín, aunque Merkel no se haya enterado. Además, en Eurolandia hay 19 economías, no una economía -la alemana- con 18 protectorados. Y si es verdad que la salida de Grecia del euro no supondría el fin de la eurozona (representa el 2% del PIB) sí lo es que su salida de la Unión Europea podría representar un serio daño, no sólo para el ideal europeo sino incluso para la seguridad europea. ¿Hemos reparado en que Grecia, además de cuna de la civilización occidental -de la suya, señora Merkel- es la frontera de la libertad, y de la cristiandad, frente al fundamentalismo turco y frente a antiguas dictaduras comunistas, aún no recicladas del todo, como Bulgaria, Yugoslavia y Albania?

El euro puede vivir sin Grecia, pero la Unión Europea no.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com