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El drama de la empresa familiar española es el mismo de la familia: las malas relaciones entre los parientes.
- Hay sagas empresariales que han planificado la sucesión y han hecho bien.
- Otras han hecho realidad aquello de abuelos listos, hijos tontos, nietos pobres.
Ya lo decía aquel gobernador franquista: la familia, importante institución pero de difícil manejo.
José Hidalgo (
en la imagen), propietario de Globalia, es conocido, con todo afecto, que conste, como
Pepe aviones. Este sí que ha salido de la nada y ha montado un imperio por todo lo alto. Sólo que ahora, en el momento de plantearse la sucesión… ha decidido cederles a los chinos de NHA casi el 50% del capital.
Y entonces los chinos, cuya principal preocupación en esta vida es la
familia Hidalgo, han dicho que están preocupados por la sucesión… en la familia Hidalgo. Muy cierto, a NHA le preocupa la sucesión, y lo que pretende es que no haya sucesión para saltar desde el 49 al 100 por 100% del capital. O al 51%, que sale más barato.
Y lo malo es que pueden conseguirlo.
Hidalgo ha trabajado duro y sólo ha cometido un error: no mantener buenas relaciones profesionales con sus hijos, a quien ha llegado a echar de la empresa.
Ese empeño en no preparar la sucesión ha provocado que en muchas empresas familiares españolas se haya hecho realidad el viejo dicho:
abuelos
ricos, hijos tontos, padres pobres. Y si los hijos no son pobres es igual: el archiprotagonismo de los padres les obliga a ello.
Y lo que es peor:
la crisis en las empresas familiares, por las malas relaciones entre sus miembros, provoca que inversores institucionales, más o menos especulativos, aprovechen para entrar en el accionariado. HNA es uno de esos tipos de inversores.
Y hablamos de Globalia, una agencia de viajes y una aerolínea que soñaba con convertirse en la nueva compañía de bandera española. Me temo que por este camino, mal vamos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com