Sr. Director:

Cuando se habla de prevenir y de luchar contra la violencia que se ejerce contra las mujeres, da la impresión de que se trata de un sano objetivo.

Por eso, el llamado Convenio de Estambul del 11 de mayo de 2011 fue firmado por más de cuarenta países, al menos hasta el año 2020. 

Pero claro, había gato encerrado, porque la puesta en práctica de este convenio obliga a los Estados a cambiar los patrones de comportamiento social y cultural de mujeres y hombres, además de introducir en las escuelas educación sobre roles socioculturales no estereotipados.

En el documento se menciona la Religión de forma negativa, por ejemplo al citarla como fuente de violencia contra las mujeres.

El Senado checo y el Tribunal Constitucional búlgaro rechazaron adherirse al convenio.

Hungría, Lituania, Letonia e Israel tampoco lo ratificaron.

Ahora, si el presidente de Letonia firma la legislación correspondiente, su país será el primero de la  Unión Europea en adoptar el convenio y luego rechazarlo.

A otros les da igual cambiar los patrones de comportamiento sociales y culturales, o que en las escuelas se enseñe a los niños a elegir su sexo, cómo deben practicarlo y con quién, cuál es su rol o sus roles, a qué llamamos matrimonio y a qué no, etc, etc.

Pura Agenda 2030 que está trayendo más cosas negativas que positivas a nuestras sociedades.

¿Por qué no despertamos?