Sr. Director:
Si realmente primaran las ideologías sobre los intereses partidistas, la política sería más limpia y permitiría consensos y acuerdos con toda naturalidad, porque es más fácil ceder en ciertas ideas que en intereses electorales.
Uno de los grandes problemas de la vida política española es la carencia de verdaderos políticos -con sus defectos y con sus virtudes- y el exceso de partidos, no solamente en un sentido cuantitativo, que también, sino en el desmesurado peso que en la vida pública tiene la constante presencia de formaciones de todo tipo e ideología. Todo pasa por el tamiz del “aparato” o del personalismo del “jefe” que todo lo domina en organizaciones absolutamente dictatoriales. Desde los famosos argumentarios, hasta la indumentaria, todo está dirigido y aquilatado a mayor gloria del líder y a la consecución de los objetivos del partido que pasan, inexorablemente, por las insaciables apetencias electoralistas de unos y de otros.
Si realmente primaran las ideologías sobre los intereses partidistas, la política sería más limpia y permitiría consensos y acuerdos con toda naturalidad, porque es más fácil ceder en ciertas ideas que en intereses electorales.
Las ideologías que sostienen a los partidos son habitualmente pobres y están poco arraigadas incluso en los que se llaman militantes; son escasas de contenido y excesivamente sesgadas en su sectarismo, lo que provoca una situación maniquea en el discurrir de la vida de los españoles.