Sr. Director:
La Misa, el sacrificio de Cristo sobre el altar, nos da la posibilidad a todos los cristianos de todas las épocas, de llevar nuestros -los nuestros y los de todos los hombres- dolores, sufrimientos, oración, trabajos, peticiones, deseos de reparación, acciones de gracias, anhelos de adoración, hasta el mismo Corazón de Jesucristo crucificado, para corredimir con Él, uniéndonos a su ofrenda en la Cruz.
En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la Cruz, unida a la ofrenda e intercesión de Cristo.
La Eucaristía es la mejor obra que podemos ofrecer por las almas del purgatorio, para que puedan entrar en el Cielo. ¡Cuánto nos lo agradecerán en la otra vida..!
Recuerdo de Santa Mónica, la que rogó y lloró tanto por la conversión de su hijo Agustín, decía a éste y a su hermano Navigio: “Enterrad mi cuerpo en cualquier parte, no os preocupáis más de su cuidado. Pero donde quiera que os halléis, acordaros de mí ante el altar del Señor” (Confesiones, 9,9,27).