Sr. Director
Corren malos tiempos para la Nochebuena tal como siempre se ha celebrado en la cultura española, durante siglos. La esencia de la Noche Buena estaba en la asistencia a la Misa de Gallo, que siempre se celebraba a las 12 de la Noche Buena, porque a esa hora habría nacido el Niño Jesús en Belén de Judea, como lo habían anunciado a los Profetas. En la literatura española, sobre todo en la poesía lírica, el tema de la Noche Buena es rimado por todos los grades líricos de todos los tiempos desde la lírica popular primitiva hasta los grandes liricos San Juan de la Cruz, Lope, Calderón, Miguel Hernández o García Lorca, Gerardo Diego y los grandes líricos de la Generación del 27 y toda la gran poesía barroca hispanoamericana. En la prosa, la Misa de Gallo es menos tratada, pero algunos autores como Clarín en su Regenta le dan un significado especial dentro de la trama de la gran novela.
Un autor que dedica una obra memorable a la Misa de Gallo de Noche Buena es Gustavo Adolfo Bécquer en su leyenda hermosa y profunda Maese Pérez el organista. Leyenda que compuso a los 25 años, cuando estaba buscando su futuro literario en Madrid. Con nostalgia de su ciudad natal Sevilla, la hace protagonista de la misma, la acción transcurre en el convento actual de Santa Inés, cuyas monjas hace unos años fueron multadas por la Junta de Andalucía, por osar reparar el famoso órgano que estaba inservible y muy deteriorado.
En ella Bécquer sintetiza todo toda su capacidad de magnifico prosista. No es Bécquer el romántico dulzón que algunos indocumentados aún proponen, sino el gran poeta y prosista moderno, denostado hoy por los postmodernos nihilistas y líquidos para quienes los grandes relatos que dan sentido a la existencia carecen de todo valor y testimonio. Si en sus Rimas Bécquer se muestra como un poeta hondo y profundo no sólo en la formas sino en el fondo que en él son inseparables, en las Leyendas también se manifiesta como el gran prosista, que es, purificando lo exótico y legendario de los románticos anteriores: están escritas en un lenguaje musical y lleno de matices poéticos. Una de esta leyenda quizá lo más perfecta de todas es la Maese Pérez el organista en ella lo lírico y lo narrativo se complementan logrando una ´optima dimensión estética
Bécquer en su Maese Pérez el organista describe y narra la esencia de la Navidad (la Misa de Gallo de la Noche Buena) de forma admirable en sus momentos culminantes, cuando se le anuncia al arzobispo que preside la Misa, que el anciano y querido organista no podrá tocar el viejo órgano por encontrarse enfermo. La conmoción en la pequeña iglesia del convento de Santa Inés fue tremenda, los aguaciles debieron imponer el orden ante el malestar generalizado del numeroso público asistente, noble y plebeyo.
Todo cambió cuando desde el atrio de la iglesia, alguien gritó: “Maese Pérez está aquí”, el anciano organista, pálido y desencajado, entraba en la Iglesia, conducido en un sillón que todos se disputaban el honor de llevar. Maese Pérez no quería morir sin visitar su órgano, y esta noche sobre todo, la Nochebuena. Vamos, dijo, lo quiero, lo mando. Vamos a la Iglesia. Su deseo se había cumplido en aquel punto sonaba las doce el en reloj de la catedral grandiosa de Sevilla. Así narra Bécquer el solemne momento:” Pasó el Introito y el Evangelio, y el Ofertorio y llegó el instante solemne en que el sacerdote, después de haberla consagrado, toma con la extremidad de sus dedos la Sagrada Forma y comienza a elevarla. Una nube de incienso que se desenvolvía en ondas azuladas llenó el ámbito de la iglesia. Las campanas repicaron con un sonido vibrante y maese Pérez puso sus crispadas manos sobre las teclas del órgano. En este momento de la narración, Bécquer describe con extraordinaria belleza, la respuesta grandiosa musical del Cielo al humilde y sostenido acorde del enfermo y anciano organista. El final de esta hermosa leyenda lo narra Bécquer de forma única, maravillosa y sorprendente. : El sacerdote que oficiaba la misa sentía temblar sus manos, porque Aquel que levantaba en ellas. Aquel a quien saludaban los hombres y arcángeles era su Dios y le parecía haber visto abrirse los cielos y transfigurarse la Hostia. EL órgano exhaló un sonido discorde y extraño, semejante a un sollozo y quedo mudo. Todos los fieles asistentes se preguntaron: ¿Qué ha sucedido? ¿Qué Hay? – “Que Maese Pérez Acaba de morir”
Así concluyen Bécquer su emocionante y maravillosa Leyenda: “En efecto, cuando los primeros fieles, después de atropellarse por la escalera, llagaron a la tribuna, vieron al pobre organista caído de boca sobre las teclas de su viejo instrumento que aún vibraba sordamente, mientras su hija, arrodillada a su pies, lo llamaba en vano entre suspiros y sollozos”. Sera precisamente la hija del viejo organista quien un año después, dé la clave de la Leyenda Maese Pérez el organista, cuando declara a la madre superiora de su convento donde ha profesado después de la muerte de su padre: “Anoche, madre vine al coro sola (….) Comenzó la misa de Noche Buena y prosiguió sin que ocurriese nada notable hasta que llegase la consagración. En aquel momento sonó el órgano; al mismo tiempo un grito de la hija de Maese Pérez… La superiora, las monjas y algunos de los fieles corrieron a la tribuna...- “Miradle, miradle.- decía la joven fijando sus desencajados ojos en el banquillo, de donde se había levantado asombrada, para agarrarse con sus manos convulsas al barandal de la tribuna. Todo el mundo fijó sus miradas en aquel punto. El órgano estaba solo y, no obstante seguía tocando… sonando como sólo los arcángeles podrían imitarlo en sus raptos de místico alboroto.”