Sr. Director:
En un mundo donde impera la apariencia sobre la esencia, y lo sentimental sobre lo racional, es fácil malinterpretar informaciones donde algunas imágenes adquieren tal protagonismo argumental, que corremos el riesgo de tomar el rábano por las hojas quedándonos en lo superficial y sin vislumbrar lo que se oculta a nuestra vista.
Esto ha podido sucedernos al analizar lo relativo al docudrama de las congojas de Rocío Carrasco, que ha hegemonizado una parte importante de la información de estos días, impidiéndonos apreciar algo más trascendente que el monitorizado y «monetarizado» asunto en sí: la preparada intervención, que no irrupción, de toda una ministra del Gobierno que, aprovechando unos programas «con altísimos niveles de audiencia», nos largaba su conocido discurso incriminatorio contra el heteropatriarcado machista y opresor, la falta de sensibilidad de la justicia con las mujeres maltratadas, etcétera.
Discurso que alcanzaba su clave de interpretación en las palabras «más allá de lo judicial...», con las que Irene Montero nos desvelaba que no se trata ya de lo que determinen los jueces en un proceso con todas las garantías, sino de lo que dictaminen ella y su cohorte ultrafeminista en cada caso. Sinuoso modo de deslegitimar el Poder Judicial, que mañana podrían dirigir contra cualquier otro asunto juzgado que les interese cuestionar.