Sr. Director:

A veces, observando con atención, parécenos que el mundo, la sociedad, no evoluciona todo lo progresivamente que cabía esperar, efecto de las nuevas ideas que aparentan surgir. Es descorazonador advertir, examinando detalladamente, que en bastantes aspectos avanzamos pero en sentido regresivo. Hace varios lustros que se hablaba de la modernidad, más reciente que ya estábamos en la posmodernidad, luego la deconstrucción; actualmente ya no sé cómo se califica la situación presente. Es la evolución cíclica universal, decían determinados filósofos de la historia. No voy a seguir perorando sobre estos aspectos en los que apenas tengo soltura. Quería sencillamente introducir unos breves y escuetos párrafos de una novela que acabo de leer: se trata de “Padres e hijos” de Turguéniev, publicada en 1862: “nosotros no reconocemos autoridades”, “en los tiempos actuales, lo más útil es negar… y nosotros negamos”. “Ustedes lo niegan todo, o dicho con más exactitud, lo destruyen todo… Pero luego es menester construir”. “Eso ya no es cosa nuestra… Lo primero de todo es descombrar…”. Ah, claro, reconstruir concernirá a la generación siguiente.

De momento hay que masacrarlo todo, allanarlo todo. ¿Y después? Según estos nefastos ideales, que se están haciendo realidad de nuevo en el presente, surge la pregunta inquietante: Si se destruye todo ¿habrá acaso una generación siguiente? ¿Es un tema que queda para los futuristas? Se hace necesario, pues, enderezar el rumbo de esta generación y exigirles su cuota de participación constructiva