Termina el estado de alarma. Ha sido muy doloroso, por los muchos fallecidos, por el desastre económico que ha provocado, y el paro. También ha tenido aspectos positivos, como el gran ejemplo de solidaridad que ha movido a personas, instituciones y políticos (de estos, pocos).
Parece que el coronavirus pasa, pero no nos olvidemos de otras pandemias que asolan a la sociedad, provocadas por el hombre. Hablaré solo de dos: el aborto y la eutanasia .Ellas son como el resumen de todos los males que acechan a la humanidad: la soberbia y un exacerbado egoísmo.
La soberbia, porque se suplanta a Dios Creador de la Ley Natural, que reconoce el derecho a la vida de todo ser concebido.Y el egoísmo, porque se niega la dignidad del ser humano, poniéndolo al nivel de la rentabilidad de un producto de consumo.
Son ejemplares las muestras de afecto a los infectados del virus, así como los aplausos de agradecimiento a sanitarios, policía, y otros grupos que han plantado cara a esta pandemia.
Pero es deplorable que esa actitud no se refleje en un apoyo sin fisuras del pueblo a erradicar de la sociedad estas otras pandemias que se contagian en el pensamiento, en el corazón, en la conciencia…