Pedro Sánchez está concediendo, tal y como prometió en la vergonzosa entrevista de RTVE con Javier Fortes y  Marta Gamazo, muchas entrevistas. Lo ha cumplido: la segunda entrevista tras su retiro espiritual de cinco días se la concedió a la SER, la tercera a El País, con su directora, Pepa Bueno, quien se ha comportado como toda una veterana de la casa: más amante del rigor que de la verdad. Vamos, que cuela un mosquito y se traga un camello. Ejemplo: Bueno se atreve a cortar de cuajo al presidente del Gobierno cuando asegura que el líder del PP ha propuesto que la señora del presidente del Gobierno debe quedase en casa -"Feijóo no ha dicho eso", advierte la periodista- pero se calla cuando el presidente asegura que el problema consiste en que la derecha no reconoce su victoria electoral del 23-J, cuando lo cierto es que quien ganó las elecciones fue Feijóo, o incluso corre presurosa en socorro del vencedor cuando afirma que la inmensa mayoría de los juristas consultados por El País -ya nos imaginamos a qué juristas consultó PRISA- considera que el caso Begoña Gómez no tiene recorrido penal. También cuando, respecto al numerito de la no dimisión, se escandaliza por el hecho de que el presidente no haya concedido una rueda de prensa con preguntas. Aunque Pepa, siempre corporativa, no especificó a qué medios se debería invitar a las ruedas de prensa del señor presidente. Desde luego, no a los "pseudomedios digitales"... todos ellos ultras: ¡Viva la libertad!

La entrevista con Pepa Bueno en El País demuestra cómo actúa el oligopolio informativo que tanto les gusta a nuestros políticos: más amante del rigor que de la verdad, más amante de la forma que del fondo

Por supuesto, Pepa Bueno se cuidó muy mucho de entrar en el fondo del asunto: el posible tráfico de influencias de Begoña Gómez y Pedro Sánchez con Air Europa.

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Este nombre, el del Grupo Globalia- ni se menciona-, o se circunscribe a la naturaleza de la carta de apoyo de doña Begoña a una empresa en un concurso público. Y ya se sabe que quien centra el debate gana el debate. No se entra en si Begoña Gómez ha practicado o no tráfico de influencias. Ella es honorabilísima, por naturaleza.

La verdad es que la vallisoletana Miriam González, la esposa del exviceprimer ministro británico, Nick Clegg, con un currículo muchísimo más granado que el de Begoña González, sentenció la cuestión de esta forma: "Si yo llego a hacer lo de Begoña Gómez, en el Reino Unido me fusilan... y con razón".

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Esto es lo que pasa cuando, como le ha sucedido a Pepa Bueno, por lo menos un pelín más digna que Ángeles Barceló o que Javier Fortes, cuando sólo te preocupas del rigor y renuncias a la verdad -¿Qué es la verdad?, dijo un tal Pilatos-, cuando te quedas en la forma y jamás llegas al fondo de cuestión alguna. Es decir: ¿Begoña Gómez practicó tráfico de influencias -por ejemplo con su apoyo a la rescatada Air Europa- y se aprovechó de ser la esposa del presidente del Gobierno para brillar en el mundo? ¿Sí o no?

Lo único cierto es la sentencia de Miriam González, esposa del exprimer ministro del Reino Unido, Nick Clegg: "Si en el Reino Unido yo llego a hacer lo de Begoña Gómez, me fusilan... y con razón"

Y es que Pedro Sánchez se parece cada día más a Mario Conde. Dos hombres que sólo poseen una virtud, la audacia, pero desprovista hasta del más mínimo adarme de justicia. Y claro, la audacia sin justicia siempre acaba en impunidad y siempre necesita de la mentira continua para mantenerse en pie...

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Eso sí, a Mario Conde podía cesarle el presidente del Gobierno... y así lo hizo Felipe González. El problema es que no tenemos un presidente del Gobierno para ejecutar -políticamente hablando se lo aseguro no hay rastro de odio en mí- a Pedro Sánchez, un presidente del Gobierno, aunque gobierne España contra toda justicia y derecho porque impera en España gracias a los que quieren romper la unidad de España. Y si por este evidencia alguien se atreve a poner en entredicho la legitimidad de Pedro Sánchez... es que es un ultra. Ya saben, la mentalidad de aquella mujer que se oponía al pin escolar sin saber en qué consistía... sólo porque lo proponía Vox.

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En resumen, Sánchez no se marcha ni aunque le echen. El presidente del Gobierno se parece, cada día más, a Mario Conde: ambos son audaces, ególatras e impunes.