Supongo que ningún lector de Hispanidad podrá considerarme un fan de Federico Jiménez Losantos. Por si quedara algún despistado, reafirmo que mi amigo, el presidente de la Cope, Alfonso Coronel de Palma, tiene las manos atadas por no tomar la única decisión que debía haber tomado nada más sentarse en el sillón de la calle Alfonso XI: despedir al agnóstico Federico Jiménez y al protestante César Vidal, por la sencilla razón de que nadie da lo que no tiene, por mucho que se empeñe en ello o lo simule, y la COPE es una emisora confesional católica. De hecho, si tuvieran un mínimo de coherencia, serían los propios Jiménez y Vidal quienes dimitirían de su cargo. Se cuidarán mucho de hacerlo.
Y nunca me ha gustado la disculpa de los gestores de la COPE –"2.000 familias se pueden quedar en la calle"- porque los medios católicos no están para hacer buenos negocios sino para evangelizar, y porque estoy convencido de que si se despide a FJL y Vidal no pasaría nada que no fuera subsanable en tres meses.
Ahora bien, dicho todo esto, pasemos al titular de ese muy digno periódico llamado Público, propiedad de Jaume Roures –domingo 5-. Portada: entrevista (http://www.publico.es/espana/013323) con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en el que éste afirma: "Llamo a los obispos para que su emisora contribuya a la convivencia". La verdad es que no me extraña nada lo del Público: es propiedad de un señor como Jaume Roures, el mismo que hizo fortuna trabajando en RTVE y en TV3. Es famosa su anécdota cuando llegó un nuevo director general al Ente público: Roures se presentó en su despacho y, antes de ser echado con cajas destempladas, realizó la pertinente pregunta. "Director, ¿cuánto quieres?".
Verán, ZP no tiene un pelo de tonto. Es un personaje insensato, sí, y, ante todo, es una persona siniestra, rencoroso por lustros, pero tiene un olfato absolutamente único, superior al de Felipe González, que ya es decir, para olfatear el voto, que en España se guia manías que por principios. Su principal asesor, un tipo inteligente, llamado Miguel Barroso, le repite, desde hace un cuatrienio, que al electorado español le gustan los líderes ‘humildicos', que jamás levantan la voz, esos líderes que recuerdan la famosa anécdota de Lord Seymour, conocido lord británico quien, al ser informado de que su chofer Percival se refocilaba con Lady Seymour, exclamó, muy en su sitio: "Espero que Percival no se agite demasiado, pues este mediodía debe llevarme a la City". O sea, lo contrario que ocurre en Estados Unidos, donde los líderes suaves, los bamby, no pasan de las primarias. Barroso, una vez más, tiene toda la razón, y ZP, obediente, le hace caso.
Ahí esta la hipocresía. ZP es, ante todo, un resentido cuyo único objetivo es permanecer en Moncloa. No se le ocurrirá lo de Aznar, un personaje acomplejado pero poco amarrado al sillón, que prometió marcharse a los ocho años y lo cumplió. No, a ZP le encanta juego de policía bueno/policía malo: Rubalcaba, Pepiño, De la Vega, mienten, insultan y calumnian al adversario para que él pueda acudir a la tribuna del Parlamento y llamar "faltón" al jefe de la oposición (que no es faltón, sólo frívolo).
Con la acción de Gobierno ocurre lo mismo: El Gobierno ZP se ha dedicado a abofetear a la Iglesia, ha despedazado a la familia con el divorcio express, ejercido una política nazi contra la vida humana más indefensa (leyes de reforma de la FIV y de investigación biomédica), ha promocionado todo tipo de blasfemias contra la Iglesia, especialmente a cuenta de la Guerra Civil y el Franquismo, y ha legalizado el gaymonio. Y ahora resulta que el gran problema para la convivencia en España es Federico. Cualquier día, el señor presidente se va a hacer daño por pisarse la cara al andar. Es este tipo de cinismo, el del verdugo convirtiéndose en víctima, lo que genera crispación –o sea, muy mala leche-, y ZP lo sabe.
Eulogio López