El escenario de Whale Rider (que traduciríamos libremente como el que cabalga sobre ballenas) es un pequeño pueblo maorí de la costa de Nueva Zelanda. Siguiendo la tradición, desde hace más de mil años, el jefe de la tribu debe pasar su poder a uno de sus hijos o nietos. Koro es en la actualidad el jefe, pero sus hijos no cumplen sus expectativas y su único nieto es una mujer, Pai.
Whale Rider es un cuento sobre los sueños y el esfuerzo necesario para conseguirlos. En su desarrollo se hace una defensa acérrima de las costumbres ancestrales del pueblo maorí (algunas de ellas realmente chocantes). Quizás por ello, y dentro de esa moda en la que estamos inmersos de preservar cualquier tradición indígena, sea de la naturaleza que sea, la película se ha llevado multitud de premios en Festivales internacionales.
Pero Whale Rider es, cinematográficamente hablando, una película agradable, aunque de mediana de calidad, que cuenta con una excelente fotografía. Eso sí, la pequeña actriz Keisha Castle-Hughes está magnífica en su papel. De hecho, estuvo nominada como mejor actriz en la última ceremonia de los Oscar.
La película llega a España con un retraso de dos años.