Sí, no lo hizo bien. La noche del Arena, el vicealcalde de Madrid, Miguel Ángel Villanueva (en la imagen), hizo un balance demasiado apresurado que sonó a defensa del empresario organizador, Miguel Ángel Flores. Luego vinieron las amenazas monclovitas y las conspiraciones de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, a la alcaldesa Ana Botella (quien no lo ha hecho mucho mejor que Villanueva): o sigues rebanando cabezas o nos entregas la tuya.

Y la chica se ha aplicado: Calvo, Villanueva, cargos de segundo nivel: todos a la hoguera y remodelación del equipo ejecutivo en el Ayuntamiento con la elevación de la feminista Concepción Dancausa y de Antonio de Guindos, curiosamente 'concejal de seguridad': la alcaldesa se ha salvado.



Insisto: creo que Villanueva debía dimitir. Ahora bien, me sorprende de dónde ha venido la presión para conseguirlo, además de su propia superiora, claro está. El lobby gay de El Mundo ha lanzado las balas de más grueso calibre contra Villanueva, el mismo al que pretendía colocar en su afamado ranking de homosexuales más poderosos.

Y es que si algo no tolera el lobby gay es a aquellos homos que se resisten a serlo. Porque existe el orgullo gay pero también la vergüenza gay, y los primeros odian a los segundos mucho más que a cualquier defensor de la heterosexualidad. ¡Y es que lo malo no es lo gay sino el orgullo gay! Los del orgullo no pueden soportar a aquellos gays que sienten vergüenza de serlo que, para ser más exactos, de buena gana huirían del infierno gay, ese mundo de sensibilidades frágiles y que conlleva la tortura propia de quien rompe con su naturaleza. Lo gay es muy poco gay.

Pero me sorprende la mala leche de los del orgullo contra quienes se niegan a salir del armario o, mejor, de quienes huirían del armario pero sin salir en la prensa. No lo duden, el mayor enemigo de quien quiera abandonar la tortura gay son los gay del orgullo.

Eulogio López
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