Justo en el aniversario del nacimiento de Teresa de Calcuta, la mujer que más haya hecho por la India, una misionera católica ha sido quemada viva por fanáticos hindúes, mientras la Santa Sede pide que se termine la matanza contra católicos en el segundo país más poblado del mundo. 

Tendemos a creer, también en España, donde nos costó 700 años expulsar  los islámicos, que los mahometanos constituyen el gran enemigo del Occidente cristiano. No es así, el panteísmo oriental constituye un adversario mucho más sanguinario. Como decía Chesterton, o cristianismo o panteísmo, o la cruz o el círculo sin principio y sin fin de la mística oriental. El Islam no es más que una herejía del cristianismo, en que a Alá se le ha arrebatado la misericordia del padre para quedarse con la omnipotencia del Creador. De ahí pende su dureza. Pero no olvidemos que la crueldad musulmana se queda en agua de borrajas frente a la desesperanza del eterno retorno, el terror de la reencarnación y una santidad consistente, no en controlar los apetitos, sino en anularlos, convirtiendo así al hombre en algo parecido a una cosa, el quién en el qué.  

La violencia occidental es menos temible que el pacifismo oriental. En aquélla, siempre está la esperanza del retorno a la compasión; en ésta, la misericordia es una pasión y, como tal debe ser reprimida.

Esta es la filosofía y la religiosidad oriental, tenga su sede en India, China o Japón, alabada por todos los majaderos occidentales como la superación del cristianismo, Antes Ben Laden que las místicas orientales. El saudí sólo pretende asesinar  sus enemigos, la mística oriental prefiere que amigos y enemigos se suiciden en masa, a mayor gloria del círculo de la vida, cerrada en sí mismo como la repugnante serpiente que se muerde la cola.

Naturalmente, el asesinato de la religiosa sólo ha merecido pequeñas noticias en los periódicos europeos. A fin de cuentas, se trata de una religiosa católica, así que, como diría un proetarra: "Algo habría hecho".

Eulogio López

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