Entre 1937 y 1938 la policía secreta de Stalin –la temible y mortífera NKVD- detuvo a 1.575.000 soviéticos, de los que 1.345.000 fueron condenados (el 85 por ciento) y 681.692 ejecutados.
A estos asesinatos en masa hay que añadir los enviados a campos de concentración (murieron unos 25.000 en 1937 y más de 90.000 en 1938).
Hoy una gran cruz de doce metros recuerda a las víctimas del Gran Terror. Fue erigida el pasado 8 de agosto en Butovo, uno de los más célebres lugares de exterminio de la época. Construida en Bolshoi Solovetsky -el campo de concentración soviético cerca del Ártico descrito por Alexander Solzhenitsyn-, la cruz ha sido transportada hasta Butovo. Y bendecida en una ceremonia religiosa de la iglesia ortodoxa. Asistieron varios centenares de rusos, que tenían familiares y amigos en las purgas estalinistas.
La historia viva ha dejado constancia de los millones de víctimas por hambre y represión en los casi 30 años de la dictadura comunista de Stalin. Sin embargo, el apogeo se alcanzó en la época del Gran Terror. Stalin y su Buró político, los más dignatarios del partido comunista (PCUS) decidieron la represión en masa.
Había que eliminar a los elementos socialmente peligrosos: los que se habían opuesto a los triunfantes bolcheviques (antiguos funcionarios zaristas, ex miembros de los partidos antisoviéticos, sacerdotes, kulaks); individuos y colectivos que podían oponerse a la línea oficial (miembros del partido, militares, intelectuales y científicos, personas que habían tenido contacto con el extranjero). Perecieron incluso cinco miembros del poliburó y 98 de los 139 miembros del Comité central del PC. Eliminada la antigua burocracia civil y militar, la reemplazaría otra nueva formada en el espíritu estalinista de los años treinta.
Jrushchov reconoció en 1956 esos crímenes. Sin embargo, todavía un 38 por ciento de los rusos tiene una visión positiva de Stalin. Como el hombre que dio estabilidad a la Unión Soviética y venció a los nazis en la II Guerra Mundial. Espero que la ley de Memoria histórica no cambie la realidad española como intentó hacer Stalin con su cruel dictadura.
Clemente Ferrer Roselló
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