Constitución de 1978. Macron y la gota fría de Valencia
El titular de esta artículo no significa que Macron sea una gota fría, más bien, el presidente francés parece chocolatito caliente. Tampoco significa que el culpable de la DANA levantina sea Macron, aunque dado el reparto de culpa entre el PSOE y el PP, la sentencia contra el mal francés podría estar al caer.
La Galia y la DANA en el aniversario de la aprobación de la Constitución española en referéndum, un 6 de diciembre de 1978.
Empezamos por los compatriotas de Obelix. Macron le tomó primero el pelo a la izquierda para que le hicieran presidente ante el espantajo de que llegaba la ultra Marine Le Pen.
Luego le tomó el pelo a la izquierda que gana las legislativas y no gobierna porque a Macron le vino en gana convocar a un personaje de centro, Michel Barnier, que contentara a todos y no mandara a nadie: ha durado lo menos cuatro meses en el cargo.
Veamos: las Constituciones fueron promulgadas para albergar a una derecha moderada y a una izquierda moderada, alternándose en el poder socialistas y democristiano. Cuando ambos olvidaron para qué habían sido puestos allí se entregaron al pillaje, fuese de dinero o de poder, que es peor, y han entrado en crisis terminal.
La primera lección de la gota fría valenciana es que hay que disolver el Estado de las autonomías según las leyes de Parkinson: la eficacia de un organismo público es inversamente proporcional al número de funcionarios que trabajan en él
En España, Pedro Sánchez ha comprendido que ante la crisis terminal de ambas fuerzas, lo que tenía que inventarse era un nuevo concepto (nada nuevo, se llamaba progresismo) según el cual, todo aquel que se oponga a él, llámese Ciudadanos, PP o Vox, no es más que un ultra antisistema que debe ser rodeado de un cinturón sanitario.
Ahora bien, 'Lolito' Macron se pasó de listo, y decidió burlarse de la derecha y de la izquierda, a un tiempo. Y la cosa ha terminado como tenía que terminar: con comunistas y nacionalistas unidos contra Macron.
Macron posee tantos escrúpulos como Sánchez, es decir, ninguno, pero la voluntad de mantenerse en el poder es la misma en ambos.
Al mismo tiempo, el Día de la Constitución viene precedido este año por la gota fría que asoló Valencia. A partir de esta tragedia, hemos confirmado lo que es la clase política española: barbianes de taberna dispuestos a matarse siempre que con ello no arriesguen su vida.
¿Con qué argumentos se zurran? Pues con el del originalísimo "y tú más". Lo que se ha demostrado con la gota fría, es que hay que acabar con el Estado de las autonomías. Sí, voy más lejos que Vox: acabar con un Estado de las autonomías que ha generado 18 estados, lo que ha hecho realidad aquella científica ley de Parkinson: "la eficacia de todo organismo público es inversamente proporcional al número de funcionarios que trabajan en él".
En serio, es el momento de hacer un Estado nuevo en la España de siempre: una nueva Constitución que ponga punto y final a este lamentable Estado autonómico que multiplica los gastos y ahonda en el guerracivilismo.
Sí, hay que cambiar la Constitución de 1978. Pero no en la línea Pedro Sánchez, quien pretende elevar a derecho contituciòn el crimen del aborto y el gaymonio.