Uno de los fenómenos más curiosos de la actualidad española es el deseo obsesivo, pertinaz, de tantos, especialmente defensores de los valores no-negociables de Benedicto XVI, provida, cristianos, etc., de recibir algún gesto del Partido Popular para poder votarle.

Ya expliqué que cuando Jaime Mayor Oreja, en debate televisivo con Juan Fernando López Aguilar, se refirió al aborto como un asesinato -por primera vez le vi emplear términos claros y contundentes- el PP ganó 1 millón de votos. De un millón de gargantas se escapó el mismo grito: ¿Veis como el PP sí que defiende la vida? Con esas palabras hundió a los partidos que defendían los no-negociables: Alternativa Española Familia y Vida y  SAIN, por orden de votos obtenidos. Y es que Mayor fue al centro de la cuestión: el aborto es un asesinato, digan lo que digan las leyes al respecto y haya votado lo que haya votado el grupo parlamentario popular.

Así se explica que el diputado del UPN, hasta hace dos días aliado del PP, se haya convertido en héroe nacional al presentar una moción para que no se apruebe la llamada Ley Aído o de ampliación del aborto. El PP se ha adherido a la cuestión y Sáenz de Santamaría ha afirmado que no hay consenso social.

Vamos a aclarar unas cuantas cuestiones:

1. Los derechos de la persona no se llega por consenso. Son inherentes a la misma. Por eso, aunque el 99% de los españoles decidiera que Sáenz de Santamaría -o Fernández de la Vega- debe ser fusilada en la carrera de San Jerónimo, doña Soraya, la de las patas cortas, debería correr para salvar su vida y tendría todo el derecho a enfrentarse a sus verdugos metralleta en mano. Por tanto, lo que un diputado que defiende el primero de todos los derechos, el derecho a la vida, debe pedir, no es la prórroga del actual proyecto de ley, sino su derogación y la de la ley de aborto de 1985, hay consenso social o no, pues de derechos humanos estamos hablando.

2. No se lo digan a nadie, pero no estamos ante una ampliación del aborto: la ley de doña Bibiana es más restrictiva -sí, restrictiva, más provida- que la de Felipe González, que permite el aborto en cualquier momento de la gestación. No es que eso nos vaya a servir de algo pero no deja de sorprenderme que el mismo partido que contó con mayoría absoluta en 2000 y no suprimió la ley 1985.

3. Viene bien el dibujo de quién vota qué (propongo el de Navarra Confidencial, que merece la pena) más en un país de listas cerradas y férrea disciplina de partido. No obstante, lo que un diputado provida debe exigir no es una prórroga al actual proyecto de ley sino a la derogación total y definitiva de la ley del 85 y su cambio por un programa de ayudas a la mujer embarazada y por la implantación del asalario maternal: sueldo por criar a un hijo.

En resumen, enhorabuena a Carlos Salvador, pero que el PP deje de engañarnos: si el aborto es un asesinato, no se puede permitir ni un tipo de homicidio ni otro, ni con consenso ni sin él. Y resulta que sí: que el aborto es un asesinato. Y del tipo más cobarde.

En cualquier caso, no viene mal el recorrido por sus señorías: No por Celia Villalobos, que es una anécdota, sino por los peneuvistas votando al lado del crimen o algunos democristianos. Ese sería el momento para que los obispos españoles, al igual que norteamericanos o canadienses, les recordaran a los políticos católicos que no pueden votar a favor de una prórroga del actual proyecto mientras llevan 24 años permitiendo y promocionando una matanza que ya alcanza las 112.000 víctimas.

Eulogio López      

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