El alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, era un personaje querido en su ciudad, con bastante sentido común y también con bastante sentido del bien común. Pasa a la historia como el gran transformador -durante sus 14 años el frente de Bilbao- de una ciudad industrial a una ciudad de servicios, con un gran atractivo para visitarla. No sorprenden, por todo ello, las palabras con las que ha querido despedirse de los bilbaínos a través de un último mensaje, en el que dice textualmente: "Gracias a todos por haberme ayudado y soportado. Habéis sido estupendos".
El director delegado del gabinete del alcalde del PNV, Andoni Aldekoa, lo ha dado a conocer a través de la redes sociales, pocas horas después de la muerte del alcalde.
Azkuna, de 71 años, murió en su casa, acompañado de su familia y su entorno personal, después de varios días de convalecencia en los que sufrió un agravamiento de su salud. En 2003 le fue diagnosticado un cáncer de próstata que nunca ocultó. El alcalde vio erosionado notablemente su salud en el último año, en el que se sometió a tres operaciones, una de ellas para extirparle un riñón.
Por "expreso deseo" del propio Azkuna, se realizarán unas exequias privadas, en la intimidad de la familia y de las personas más allegadas", por lo que no habrá ni capilla ardiente ni se abrirá un libro de firmas en el consistorio. Azkuna nunca ocultó su condición de católico practicante.
El único acto público de despedida será el lunes al mediodía, cuando se oficiará un funeral oficial en la catedral de Santiago.
Uno de los aspectos que le llevó a contar con cada vez más apoyo popular fue su nacionalismo moderado, matizado por su extensa cultura. Este pluralismo le llevó expresar públicamente su amistad y respeto hacia la Familia Real y agradecer a otras instituciones del Estado su colaboración en todo aquello que beneficiase a Bilbao, así como a ganarse el respeto del resto de partidos, menos de la izquierda abertzale, con la que mantuvo frecuentes encontronazos.
Mariano Tomás
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