Es una negociación curiosa, pues sus conclusiones están marcadas desde hace un añ abandono de las armas a cambio de deportación de etarras con delitos de sangre y beneficios penitenciarios para el resto de miembros de la banda, así como el visto bueno para la reincorporación de Batasuna a la vida pública con las mismas caras de antaño y algún que otro Ternera, es decir, etarra convertido en político.
Ahora bien, el problema de Zapatero para lograr este ansiado papel de pacificador de Euskadi no está ni en los terroristas, ni en Batasuna, sino en el PNV, que con la pacificación de Euskadi pierde su principal arma política: la equidistancia entre el Estado y los etarras, entre independentistas y españolistas, a la que lleva jugando desde hace 25 años. En cualquier caso, Conde Pumpido también ha cumplido con su papel.