Carta escrita desde el mayor de los respetos, porque como católico habitante de Madrid, monseñor Rouco es mi obispo, al que debo respeto y obediencia. He dicho mi obispo, que es lo más importante, no mi conferencia episcopal, órgano administrativo que me importa más bien poco. Como dirá la señora De la Vega (para definir al Consejo General del Poder Judicial) la Conferencia Episcopal es un órgano político y aunque ella, desconocemos por qué, afirma respetar mucho a los órganos políticos, de todos es sabido lo que piensa la gente de los políticos.
Quiero decir que la Iglesia se sustenta en los obispos, sucesores de los apóstoles, a quien todo fiel debe obediencia, y no a las conferencias episcopales. Y encima de ser mi obispo, resulta que es uno de los personajes más capaces de la vida pública española y hombre de fe acendrada por el que siento una gran admiración.
Ahora bien, no hablamos de fe y costumbres, sino de periodismo algunos dirían que poca fe y muy malas costumbres, pero dejemos eso-, así que, con todo respeto y afecto, permítaseme discrepar de monseñor Rouco por una sola vez y sin que sirva de precedente.
En la inauguración del de Congreso Mundial de TV católicas que se celebra en Madrid, monseñor Rouco defendió que ha llegado el momento de institucionalizar las televisiones católicas. En definitiva, lo que estaba diciendo es que las televisiones católicas deben ser propiedad de la Iglesia, o dicho con otras palabras, una propuesta televisiva cristiana es prácticamente inviable si el titular de la cadena no pertenece al ámbito canónico de la Iglesia. Son palabras comprensibles, dadas las dificultades que encuentra el mensaje cristiano para difundirse a través de los medios de masas. Unas dificultades tan grandes y unos odios tan espesos que Rouco, probablemente el mejor canonista del planeta, le llevan a concluir que si no queremos que se nos vaya de las manos, lo mejor es disponer del 100% de las acciones.
Ahora bien, un medio informativo cristiano no es aquel que tiene accionistas cristianos eso ayuda, pero no confirma-, sino el que cuenta con informadores cristianos. Más que nada porque nadie da lo que no tiene y porque el café con leche compuesto por periodismo y cristiano siempre acaba en una de estas dos plúmbeas combinaciones: o muy cristiano y poco periodístico o muy periodístico y propio cristiano.
La prueba fehaciente de que la titularidad jurídica no asegura un mensaje cristiano es la COPE. El 50,01% de su capital pertenece a la Conferencia Episcopal y, además, sus estatutos indican que es una empresa confesional. Sin embargo, la pregunta es muy sencilla: ¿Evangeliza la COPE? (se ruega a todos los presentes omitan todo tipo de risita sardónica). La COPE evangeliza donde le dejan, que no es mucho, dado que está controlada por una serie de señores capitaneados por don Federico Jiménez, a los que la Iglesia importa un comino y lo de la evangelización les produce grandes ataques de risa. No sólo eso, sino que el mariachi federiquil ha conseguido confundir el cristianismo con la propaganda del PP. Y no parece que ser católico consista en insultar a Zapatero y aplaudir a Rajoy. He de confesarlo : personalmente me apuntaría a lo primero con mucho más gusto que a lo segundo Pero, como diría don José, no es esto, no es esto.
Otrosí, ni los mayores entusiastas de la clerecía estarían dispuestos a aceptar que los curas son expertos en periodismo. Haberlos haylos, pero su función principal es otra. En tal caso pueden servir para redactar la información eclesial, pero la evangelización cristiana va mucho más allá. Afecta a la información política, la económica, la cultural, la social y hasta la deportiva. En este sentido, lo lógico es que no sean los curas los que se dediquen al periodismo, sino que confíen en laicos cristianos y, al mismo tiempo, que sean conscientes de que la evangelización no tiene por qué resultar rentable ni en beneficios ni en audiencia. La verdad es que nunca lo ha sido.
Eulogio López