El viernes el Gobierno español decreta que en Villar de Cañas (que tiene nombre de Bienvenido mister Marshall) se instalará el cementerio nuclear y se armó la marimorena.

El correo de Hispanidad está lleno de ecologistas varios que solicitan ayuda ante la tragedia que se avecina y nos convocan para el próximo holocausto, al tiempo que proponen como alternativas las energías limpias, es decir, la eólica y la solar.

Algunos, los enterados, o más bien aquellos que tienen inversiones en fotovoltaica o termosolar, insultan a nuestra colaboradora, Miriam Prat, por denunciar algo muy simple: las energías verdes -la eólica, sobre todo la solar, más que ninguna la termosolar- es un timo, que rascan nuestros bolsillos con monótona languidez.

Y esto es buenísimo. Resulta que las centrales nucleares españolas o el almacén de residuos provocan pánico pero la utilización violenta del material nuclear, es decir, los misiles atómicos de alcance medio que Irán está probando en el estrecho de Ormuz sólo provocan bostezos. Un cementerio de residuos nucleares es cosa peligrosísima, pero que los chiflados de los ayatolás pueden lanzarte un misil es algo que sólo debe preocupar a israelíes y norteamericanos.

Craso error, porque lo relevante es poseer un arsenal atómico, como transportar el pepino, por ejemplo hasta Europa, sólo es cuestión del cohete propulsor, y eso es más fácil de conseguir que el combustible nuclear preparado.

La energía nuclear constituye uno de los grandes inventos del hombre. Como todos los grandes inventos puede convertirse en escudo o ariete: depende de quien los posea. Un cuchillo en manos de un talibán es arma más peligrosa que un misil en manos del ejército de un país libre y civilizado.

Lo malo no es la tecnología nuclear, y mucho menos los cementerios nucleares: lo potencialmente malo, y bueno, es el hombre que los maneja.

No siento miedo alguno -aunque, como toda actividad humana, conlleve un riesgo: la vida es riesgo-, tener una central nuclear al lado de mi casa. Lo que me preocupa es que los majaderos iraníes me puedan lanzar encima un misil nuclear en mi casa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com