Sr. Director:
Es cierto que a algunos sacerdotes les cuesta sentarse para confesar. Pero no debemos generalizar.

En la pasada Jornada del Papa con los Jóvenes en Sydney tuve la oportunidad de ver sacerdotes españoles, peruanos, australianos, mexicanos y otros países, confesando toda la noche en la tienda en que se tuvo expuesto el Santísimo Sacramento.

Unos estaban en el interior y otros fuera en el frío de 8 grados con mantas térmicas y pasamontañas. Un grupo de jóvenes monjas de la congregación fundada por la Beata Mary Mackillop, organizaban las filas y llevaban a los sacerdotes vasos de chocolate caliente. Una de ellas me indicó los sacerdotes que habían estado 17 horas seguidas confesando y fueron los españoles y los mexicanos.

Yo creo que los seglares les tenemos un poco de miedo a los curas. Un sacerdote me decía que el cura tenia que ser como un limón, exprimirlo hasta que no tenga nada más para dar.

Por esto tenemos que pedir, y si fuera necesario exigirles que nos confiesen... es un deber de caridad y de justicia. Sería bueno recordarles que hace más calor en el infierno que dentro del confesionario. Si fuera por el calor podrían hacer como el párroco de la Catedral de Bahia en Brasil, que mandó hacer un confesionario de vidrio de cuatro metros por tres, con una mesa, dos sillas, un reclinatorio y un buen aire acondicionado.

Las confesiones aumentaron, porque no solamente siente calor el cura, también nosotros pecadores sentimos el calorcito de la vergüenza por nuestros pecados y quién sabe porque gracia también el fuego del infierno que nuestros pecados merecieron.

Javier González

jsgonza@gmail.com