Benedicto XVI (en la imagen) ha inaugurado el Sínodo de los Obispos (50 años del Vaticano II, 20 años del nuevo catecismo de Juan Pablo II) y, con él, el año de la Fe que se pretende sea el impulso a la Nueva Evangelización. Vamos, que el mundo ha vuelto al siglo primero y ya es, 'again', tierra de misión. Incluido Occidente, naturalmente, que es lo más grave, porque lleva siglos siendo evangelizador del mundo y ahora le toca ser evangelizado. Así que el Pontífice ha comenzado recordando la llamada universal a la Santidad, que no es mal recordatorio, sobre todo considerando que tenía delante a la vicepresidenta española, Soraya Sáenz de Santamaría y a la secretaria general del Partido Popular, Dolores de Cospedal, con mantilla y peineta.

Para mí, sólo para mí, que la Nueva Evangelización consistiría en los siguientes puntos:

-Promocionar la confesión. El problema del mundo actual es el que definiera Pablo VI: "El pecado del siglo XX es la falta del sentido del pecado". ¿Qué es lo que diferencia al católico europeo de hoy del de hace 50 años? Pues que comulga el mismo número de fieles pero se confiesa la décima parte que entonces. Si a ello se le une la escasa querencia de muchos clérigos a sentarse en la garita…

Además, recordemos que todas las revelaciones privadas, especialmente las apariciones marianas, coinciden en el mismo mensaje: la conversión. Conversión no es lo mismo que confesión pero lo habitual es vehicular la una a la otra.

En segundo lugar, Eucaristía. "Más y mejor" sería el lema de un activista político para relanzar el sacrifico del altar. Más porque disminuyen en número, mejor porque la Eucaristía no es asamblea humana sino sacrificio divino. ¿Que la gente no va a misa? A lo mejor es porque hay pocas misas y pocas exposiciones del Santísimo y mucha iglesia cerrada. Algunos clérigos parecen medir el éxito de una Eucaristía por el número de fieles asistentes. Craso error.

Amor a Santa María. Las revelaciones y apariciones marianas se han multiplicado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Todas ellas coinciden en un diagnóstico y una terapia. El diagnóstico es la precitada llamada a la conversión. La segunda, el rezo del rosario, el arma más poderosa con el que cuenta el cristiano de hoy.

Y empezar a lucir el hábito talar y hacer exhibicionismo -sí, insisto: exhibicionismo- de hábitos cristianos. Vivimos en la sociedad de la imagen y las cosas entran por los ojos. Hablo de que los clérigos vistan hábitos y hablo de la vestimenta como lenguaje. Sí, de eso que llamábamos decencia y que no es otra cosa que la protección de la intimidad personal. Especialmente en la mujer -aunque también en el hombre- porque la mujer es la sacerdotisa de la familia y de la sociedad civil. No recuerdo ninguna homilía sobre la modestia en el vestir y no, no me parece una cuestión menor.

Cuatro puntos para una nueva evangelización. Graduados por relevancia, pero los cuatro necesarios.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com