En el PP hay dos almas. Una, la de Sandra Moneo, quien defiende la maldad del aborto 'per se'. La otra, la de Santiago Cervera. Defiende que el Gobierno utiliza el aborto como estrategia de 'cortina de humo' para distraer de los problemas económicos. Ha ganado la segunda. Al menos eso es lo que cabe concluir tras la decisión de que sea Cervera y no Moneo quien defienda la posición del PP en el debate de este jueves. Cervera insiste en que esta ley es lanzada por un Gobierno ineficaz e incapaz de solventar los problemas reales de los ciudadanos y que confía en el enfrentamiento como medio de autoafirmación. El aborto, añade Cervera, no obedece a las prioridades de los españoles ni a la legitimidad democrática de pactar estos asuntos especialmente delicados con el principal partido de la oposición.
La parte educativa es considerada un adorno por el PP. Tampoco hay mejora de las garantías. Y sobre todo: se desprotege al nasciturus cuya vida pasa a depender de otro. La ley genera afrentas y discriminación y no es sino un intento de trastocar la agenda y tapar sus incompetencias; nosotros somos la voz de una mayoría que hubiera deseado que las cosas se hicieran de otra manera.
Por su parte, Carmen Montón (PSOE) insiste en el avance que supone la ley, las mayores garantías, etc. Pero hay dos detalles significativos. Primero: afirma que la nueva ley logra el reconocimiento del derecho de la mujer al aborto. Una barbaridad que no se había verbalizado nunca. La segunda es que según Montón, la Ley española no es vanguardista, no lidera un cambio social, está en la media europea. Nada que ver con esa ley vanguardista que había vendido la vicepresidenta De la Vega en el Congreso del PSOE. Sobre el aborto de las menores, Montón hace un llamado a no mirar para otro lado. Si tiene tomada esa decisión, lo va a hacer de todas maneras. Por último, Montón insiste en que se trata de una de las leyes más debatidas que cuenta con rigor y seriedad, bla, bla, bla.