La sociedad Iberclear, de propiedad privada pero de regulación pública, tiene tanta relevancia que pasa totalmente inadvertida.

 

Su función, dicho a lo rápido, consiste en identificar a los verdaderos propietarios, propietarios últimos, de acciones y demás valores mobiliarios, además de dar fe de las operaciones de compensación y liquidación. Cada vez que usted compra una acción, pongamos del BBVA, Iberclear realiza una referencia de registro (las famosas RR, en la jerga del sector) que deberán casar con la de la propia Telefónica. Las RR son las referencias o códigos de registro que han sustituido al viejo papel de cortar el cupón. Las RR son, también, la identidad que permite identificar los derechos de voto en junta de accionistas, vital para saber quién controla qué.

Pues bien, en el Gobierno y en el Banco de España han tenido la feliz idea de suprimir las RR y apostar por un sistema de saldos, más similar al sistema anglosajón. En Estados Unidos y Reino Unido prima el sistema de fiducia. En resumen, se pretende que Iberclear no identifique a cada propietario sino que sean las entidades participantes, es decir, los bancos, los que determinen la propiedad. Pero los saldos no dicen nada. Dicho de otra forma, con la supresión del registro sólo las sociedades de valores -o sea, los bancos- conocerían la verdadera propiedad de una compañía.   

Un ataque a la transparencia informativa, eso que tanto odian los poderosos. No sólo eso: si desaparece el registro sólo los intermediarios financieros más poderosos contarán con información sobre la propiedad última de empresas y sociedades de valores, y la información es poder. Se acentuaría así la concentración de poder económico en los mercados financieros, se acentuaría en resumen, la plutocracia; mejor, el oligopolio plutocrático de los grandes bancos.

Ojo, cuando hablo de oligopolio, me refiero a los grandes bancos de inversión. Por ejemplo, Santander y BBVA son bancos comerciales de gran dimensión pero no enanos en la división de honor de la banca de inversión, en los mercados clave. Suprimir el registro le puede venir bien a Emilio Botín y a FG en España, no en el mercado global.

España, un país financieramente colonizado, se verá de este modo, a merced, aún más, de los dos grandes centros de poder financiero que, a día de hoy, siguen siendo Nueva York y Londres. Por ejemplo, China, nuevo actor en el mercado global, se niega a aceptar el modelo Unidroit, un foro internacional para dar fe pública de la propiedad, controlado por los elegidos. Prefieren un registro transparente. Y es que los chinos se saben potencia industrial, que no financiera.

Pero los españoles, que somos los más listos de la clase en modernidad, es decir, los más tontos del mundo, no sólo apoyamos el poder financiero anglosajón sino que lo propiciamos, nos desarmamos sin que nadie nos lo pida aunque los poderosos lo deseen. La información pública no debe privatizarse. Sería como suprimir el registro mercantil o el de la propiedad. O peor: darle el monopolio de esos registros a los propios registrados. Cuando oigan la balada del pequeño accionista ya saben de que estamos hablando: de una coña marinera.

Y están -Gobierno, CNMV y Banco de España- a un paso de conseguirlo... con la connivencia de la modorra general, especialmente de la prensa especializada. España se alinea con la City londinense y con Wall Street, ante la mirada atónita de italianos, alemanes y franceses, especialmente estos últimos.

Es el mismo proceso que vivimos en el propio sector bancario. Los bancos y cajas de ahorros españoles eran menos especulativos que los anglosajones. Los bancos americanos, ingleses, holandeses y suizos forzaron una burbuja que les llevó a la ruina que provocó la actual crisis y luego los salvaron con dinero público y abriendo la manguera de la liquidez. El Gobierno, la CNMV y el Banco de España no necesitaban salvar a su sistema bancario, mucho más sólido que el anglosajón pero se han empeñado en hacerlo, supongo que por solidaridad con los norteamericanos... en cuyas garras terminaremos.

Los españoles no somos más tontos porque no entrenamos, que si no.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com