Sr. Director:
Con frecuencia se quejan las madres de que sus hijos no les obedecen y se comportan mal en casa y en el colegio.

Se diría que sus hijos están malcriados. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Las causas pueden ser diversas, pero podemos señalar algunas.

Una suele ser que durante mucho tiempo los padres han cedido a sus caprichos o antojos, sin causas justificadas.

En otras ocasiones se le hacen alabanzas por cualquier cosa y el chico se cree y exige ser el centro del interés de todos. Esto puede llegar a ser él mismo el que determine las decisiones familiares. Cuando el chico está rodeado de excesiva atención y de concesiones inoportunas, suele formarse un carácter débil, sin fuerza de voluntad e incapaz de desenvolverse por sí mismo. Con frecuencia estos chicos, cuando están fuera del ámbito familiar suelen tener una timidez desmesurada.

Pero si el chico caprichoso tiene un temperamento fuerte, suele caer en el egoísmo y tratará por todos los medios de servirse y aprovecharse de los otros para conseguir sus caprichos. Si no lo consigue cogerá un enfado y puede terminar insultando o pegando a quien le contradiga.

Ante estos hechos, los padres suelen desarrollar un sentimiento de impotencia por su incapacidad de mantener el control. Porque se supone que los padres deben controlar a sus hijos. Si un chico tiene un mal comportamiento se le dice a la madre que no debe dejarse hacer eso y se le considera una madre incompetente. Esta incapacidad puede provocar en la madre un enfado mayor y puede llegar a perder el propio control personal.

En otras ocasiones es el propio chico el que se porta mal a propósito cuando hay visitas en casa para dejar en mal lugar a sus padres y dar a entender que ya no es un niño.

¿Qué hacer ante un niño caprichoso? ¿Cuándo hay que empezar a resolver este problema? En la primera ocasión en que el chico exige un capricho injustificado, correcto es no ceder a su exigencia. Habrá que esperar a que se la pase la pataleta, sin perder los nervios y manteniendo una actitud serena y firme.

Más tarde, habrá que hacerle comprender que su antojo no tiene sentido. Los padres han de tener la fortaleza de no ceder a los caprichos y pensar en el bien del chico, que debe ir siempre delante de la propia comodidad paterna. No importa quedar bien o mal ante los demás, pues lo importante es el bien de los hijos y ésta es la clave de la educación.

Arturo Ramo García