Ayer fue la locomotora germana la que dio síntomas de que se gripa. El Gobierno admitió que las cosas -o sea la economía- no tira como esperaban, aunque todavía no se conozca el dato oficial del PIB. Y hoy es el Gobierno de Japón, cuyas riendas dirige su primer ministro, Shinzo Abe (en la imagen), quien confirma que en el segundo trimestre ha sufrido la mayor caída del PIB (un 1,7%) desde el terremoto y tsunami de 2011. No son buenas noticias, como tampoco la recesión técnica de Italia o la ralentización francesa y contribuyen a que las previsiones se tuerzan, también en España.
El peligro es evidente. El dato de Japón, que había crecido un 1,5% en el mismo periodo de 2013, avala las tesis más pesimistas que avanzan un parón en las economías asiáticas (China entre ellas). Y si a eso añadimos que en Latinoamérica (Brasil es un buen ejemplo) ocurre lo mismo y en Europa también, el pronóstico complica las expectativas.
Alemania da sus razones a una cierta ralentización: un comportamiento más débil de lo previsto en la zona euro y los conflictos de Ucrania y Oriente Próximo. Habrá que estar atentos al dato definitivo de su PIB. Pero ya no son sólo las cacareadas reformas estructurales las que tienen la culpa, como en el caso de Italia, de lo que está pasando en el Viejo Continente. Los conflictos en Ucrania (en el que no ha pasado todavía lo peor), Irak o Israel pasan un peaje económico indiscutible (la incertidumbre es tan mala como la escalada de precios del petróleo).
Pero lo peor, como siempre, es el efecto que todo ese amasijo de signos contrarios pueda tener en nuestro país, donde nos está costando Dios y ayuda salir de una crisis económica permanente y con una tasa de paro insoportable. El Gobierno de Rajoy señala que nuestro PIB crecerá un 0,6% en el segundo trimestre y un 1,2% para el conjunto del año. A ver.
Mariano Tomás
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