Sr. Director:
Todas las Navidades, desde hace casi ocho años, me pregunto lo mismo (también todas las Semanas Santas, todos los veranos...): ¿es justo un sistema en el que las madres pueden decidir, cuando se separan de sus maridos, cuánto tiempo pueden pasar sus hijos con sus padres?
¿Por qué se me niega la custodia compartida de mi hija durante el curso escolar, y sí es admisible durante los periodos de vacaciones escolares? ¿Por qué "se me permite" pasar con mi hija casi la mitad del verano, y la mitad de las fiestas navideñas, y la mitad de la Semana Santa, y no en la primavera, el otoño y el invierno? ¿Es que durante el resto del año hay una epidemia de "padritis" de la que hay que preservar a mi hija a toda costa?
¿Por qué la Juez, el Fiscal y el Equipo Técnico Psicosocial adscrito a los Juzgados, consideran que mi hija sí puede permanecer conmigo "sin traumas" parte de las fiestas navideñas, o cambiar cada quincena de domicilio en la época estival y no puede, ni debe, hacerlo durante el resto del año?
Claro que, también es un enorme misterio que consideren que es bueno que mi hija pase más tiempo con terceras personas -canguros- los días de diario, en lugar de venir conmigo, a pesar de disponer yo de más tiempo que su madre para cuidar y educar a nuestra hija...
¿Será quizá que la Juez de Familia, el Fiscal de Menores, y el Equipo Técnico Psicosocial consideran que los hijos necesitan por igual a su padre y su madre solamente durante las vacaciones escolares y, en cambio, necesitan exclusivamente a la madre durante el resto del año?
Tal vez a alguna persona le parecerá una obviedad, una perogrullada, lo que estoy preguntando, pero todo ello es motivo de grandes sufrimientos para los menores que son condenados a una orfandad estúpida, cruel y evitable -al fin y al cabo una forma de maltrato a la infancia- y por otro lado una gran tragedia para cuantos padres (también alguna madre, aunque es una cantidad anecdótica) se ven privados del contacto con sus hijos.
Soy profesor jubilado, superé una oposición y fui considerado apto, capacitado para educar a los hijos de otras personas; sin embargo la Señora Juez de Familia y el Señor Fiscal de Menores han decidido que "durante lo que dura el curso escolar" no estoy capacitado para educar a mi hija...
Dirán ustedes qué algún motivo legal o alguna razón científica habrá para ello. Otros opinamos que esto se llama discriminación por razón de sexo, y llegamos a tener algo más que sospechas de que se están dictando sentencias injustas a sabiendas, o por negligencia o por ignorancia inexcusable...
Pues eso..., que llegaron por fin las ansiadas y esperadas vacaciones, tanto para los niños, adolescentes y jóvenes en edad de estudiar, como para los adultos. Enormemente esperadas, pues soy padre separado (también, como decía anteriormente, he sido profesor y sé lo que las vacaciones significan para los profesores y los alumnos después de un larguísimo curso escolar...).
Ya están aquí las vacaciones, por fin llegaron. Por fin voy a poder gozar de la compañía de mi hija de casi once años, y ella de la compañía de su padre durante un "tiempo suficiente".
Algunos que lean estas líneas dirán qué ¿a cuento de qué dirá esto este buen hombre? Pues muy sencillo, mi hija pasa conmigo apenas una semana al mes. Y algunos seguirán preguntando: ¿es que este señor es una mala compañía que su hija ha de evitar por algún motivo?
Pues miren ustedes: esa semana al mes (muchos padres no pasan con sus hijos más allá de cuatro días al mes) la conseguí tras un acuerdo-trampa con mi ex mujer (no exento de coacciones y amenazas diversas) y con la complacencia de un señor juez y un señor fiscal de familia que es de suponer que están para velar por "el interés superior de los menores", para "hacer justicia", para solucionar problemas y no ocasionar mayores problemas...
El argumento que se utilizó era que me debía dar por satisfecho, que bastante que me concedía "tanto tiempo" (se entiende que era la madre de mi hija la que nos concedía a mi y a nuestra hija "estar tantísimo tiempo juntos"). Esos "grandísimos" periodos de estancia de mi hija conmigo pasan en un "santiamén", cada separación está llena de una enorme tristeza: Papá, y ¿no me puedo quedar un poquito más? Y, ¿por qué no me puedo quedar esta noche a cenar contigo y a dormir en tu casa...? Hija es que "no toca"...
Pues como decía, inevitablemente, cada vez que llegan las vacaciones escolares de mi hija, desde hace ocho años, me pregunto lo mismo...
Otro día hablaremos de prevaricación en las rupturas de pareja...
Carlos Aurelio Caldito Aunión
ccaldito@yahoo.es