Los participantes en la recepción oficial que los Reyes de España ofrecieron al presidente chino Hu Jintao, en visita oficial en España, se quedaron atónitos. En un momento dado, el editor Jesús Polanco cogió del brazo al Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y le llevó a un aparte que duraría 20 minutos.
Y si hemos de hacer caso a los gestos que pudieron contemplar los presentes, y aún más a lo que cuentan en la redacción de El País, Polanco abroncó a Zapatero. No por lo que hace, sino por cómo lo hace. Según Polanco, tan progresista como centralista, y al que los esquemas nacionalistas le parecen demasiado estrechos para sus ambiciones crematísticas, Zapatero no lo puede hacer peor. Se le seguirá defendiendo desde el grupo Prisa-Sogecable, naturalmente, porque la alternativa es aciaga, pero debe cambiar cuanto antes.
Don Jesús considera que en año y medio de Gobierno zapatero ha armado tal zapatiesta que urge una marcha atrás y un apoyarse menos en los partidos nacionalistas, pedigüeños sin límites. Cuando Polanco acabó, Zapatero pudo volver a atender a los chinos. Cada cosa a su tiempo.
Y es que, si no estuviera Polanco, ¿Cuántas tontería podían hacer los presidentes democráticos? Así le fue a Aznar, a quien el editor cántabro sigue llamando el señor López, quizás por su amor a los segundos apellidos, nunca se dignó asesorar sobre la cosa pública.