El argumento es una enmienda a la totalidad, capaz de cerrar muchas bocas. Si no estás "in", estás fuera, obsoleto, en la caverna. Y si habitas la caverna no es que no estés en la verdad -la modernidad no se caracteriza por su amor a la verdad- sino porque, sencillamente, eres un imbécil. Por lo demás, tildar al prójimo de anticuado aleja de nosotros la funesta manía de razonar.
Pues bien, durante mi reciente visita a Buenos Aires pude comprobar la escasa comunicación bibliográfica que existe a ambas orillas del Atlántico. Libros de aquí no se encuentran allí, y viceversa. Así que cayó en mis manos una obra de título no especialmente atractivo: "G. K. Chesterton en frases sabias y alegres", de un tal Pedro Velasco Suárez, otro admirador de la mente más preclara del siglo XX.
Pero si el título andaba escaso de forma, el contenido rebosaba fondo. Y los buenos libros no se miden con la escuadra, sino con la sonda. Buen glosador, este Velasco, que si difícil es crear no menos lo es explicar lo creado. Y es que de río tan caudaloso pueden surgir infinidad de brazos. En Chesterton siempre se encuentra la respuesta. Por ejemplo, la modernidad suele reaccionar ante los hechos sobrenaturales, por ejemplo ante un milagro, con la precitada alusión temporal. Don Gilbert explica que "'Mi querido amigo, estamos en el siglo XX'. A fin de cuentas, decir eso tiene más sentido que decir: ‘Pero mi querido amigo, si estamos a martes por la tarde'. Si los milagros no pueden ocurrir, no pueden ocurrir ni en el siglo XX ni en el XXI".
O si le quieren de esta guisa: "Cierto autor ha dicho que la moral no está al día. ¿Y cómo va a estar al día cosa alguna? La fecha no imprime carácter".
En cualquier caso: ¿La Moral es caduca de suyo y, por tanto, lo viril es la modernidad? Velasco responde por boca de Chesterton: "En realidad, atacar cosas caducas y anticuadas no supone más coraje que el que se necesita para agredir a tu propia abuela. El hombre realmente valiente es aquel que desafía tiranías jóvenes como el alba… aquel al que le importa tan poco lo que será como lo que ha sido, a quien sólo le importa lo que debería ser".
Lógico: "Si el catolicismo es un error, es un error tan grande que parece increíble que haya durado más de un día". Y como colofón, la nota chestertoniana: "El Cristianismo ha muerto muchas veces y ha vuelto a surgir, pues tiene un Dios que sabe salir de la tumba".
Además de cavernícolas, ¿somos los cristianos fanáticos? "El fanatismo no consiste en que un hombre esté convencido de tener razón; eso no es fanatismo, sino cordura. El fanatismo consiste en estar convencido de que otro está equivocado en todo porque está equivocado en una opinión particular". En efecto, estar en posesión de la verdad no es fanatismo, es sentido común. Si no te sientes en posesión de la verdad es que nada has concluido. Entonces, ¿de qué ha servido tu pensamiento?
Los cristianos no somos conservadores, en tal caso, tradicionalistas. Yo, al menos, no quiero conservar lo que tengo porque mucho de lo que veo no me gusta. Lo que quiero es conservar aquello que superó el feroz examen del tiempo, aquello que sobrevivió a la caducidad, porque es eterno.
Verbigracia: ¿A quién le apetece jugarse su prestigio para defender a un no nacido, un tipo al que se le puede hacer cualquier cosa, incluso matarlo, dado que no es capaz de defenderse pro sí mismo, y que ni tan siquiera podrá agradecer tu intervención? El cristiano provida -todos los cristianos son providas aunque no todos los providas sean cristianos- no tiene nada que ganar, y mucho que perder, en esa defensa que la mayoría evita con pudor y que nadie le va a agradecer. Por tanto, puede pensarse de él que está equivocado, pero no puede dudarse de su rectitud de intención.
Más. Los cristianos somos cerriles, gente soez y de baja ralea. El peor insulto de la modernidad es dogmático. No figura en el libro que extracto pero también es de Chesterton: "Sólo conozco dos tipos de personas. Los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son". Pedro Velasco recoge otra perla, también a partir de ese inquietante concepto cristiano del milagro: "ha surgido por ahí la extraordinaria idea de que los que niegan el milagro saben considerar fría y directamente los hechos, mientras que los que aceptan el milagro relacionan siempre los hechos con el dogma previamente aceptado. Y lo que ocurre es lo contrario: los creyentes aceptan el milagro (con o sin razón) porque a ello les obligan las evidencias. Los descreídos lo niegan (con o sin razón) porque a ello les obliga la doctrina que profesan", es decir, la dogmática y sectaria doctrina de que el milagro es imposible.
¿Cuál es el secreto de fondo de esta confusión de papeles entre cristianos y progresistas? Lo tengo clarísimo, desde que leí estas palabras del periodista inglés: "El hombre está hecho para dudar de sí mismo, no de la verdad, pero hoy se han invertido los términos".
Así que ya lo saben. Admito todo tipo de insultos, injurias y calumnias. Pero, por favor, no aduzcan que vivimos en el siglo XXI, porque lamento decirles que ya me he enterado. Me siento como aquel viejo director de periódico que advertía a sus redactores: "Decidme que os habéis vendido por dinero. Me enfadaré, pero sabré perdonaros. Decidme que os habéis vendido por una mujer: me enfadaré, pero sabré perdonaros. Pero como alguien me venga diciendo que se ha vendido porque tenía que alimentar a su familia, le pongo de patitas en la calle".
Eulogio López
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