En una Europa convulsionada por una crisis que afecta mucho más que a la economía, resplandece con más evidencia la esencia misma de la Iglesia católica y lo específico de su aportación al progreso de lo humano.
La insistencia de la Iglesia en la Nueva Evangelización responde al deseo y la pasión de comunicar la verdad del hombre y del mundo que ha recibido de Cristo y que ha experimentado y pensado a lo largo de los siglos.
Y es que por una parte en Europa existe un contexto cultural abiertamente contrario a la tradición cristiana, pero por otra se produce una inédita búsqueda de Dios, a veces desorientada, sobre todo por parte de los jóvenes.
La Nueva Evangelización debe hacer las cuentas con esta paradoja. No debe verse bloqueada por la dialéctica sino salir al encuentro de la sed de sentido de tantos europeos.
No se trata de poner parches en un edificio avejentado sino de sembrar una nueva primavera.
Europa tendrá futuro si abandona la confrontación con los valores que la hicieron posible, pero estos deben ser redescubiertos a través del testimonio y las obras de los cristianos de hoy.
Suso do Madrid