Don Gustavo Lino me envía el siguiente mensaje:
La economía de Irlanda por los suelos, gracias a esas políticas que a usted tanto le gustan de bajos impuestos para las empresas y altos impuestos para las familias, que es lo que se practica (y se ha practicado) en la católica liberal Irlanda.
¿Católica liberal Irlanda? Bueno, si la economía la tienen en el suelo, la catolicidad en el subsuelo.
Se lo resumo, desde el 2005, 1 de cada 5 católicos liberales se le cayó lo de católico. Ahora, ya siguen solo a Hayek.
La verdad, don Gustavo no me tenia yo por enamorado de Irlanda, pero no oculto que la historia de la pequeña Britania me provoca el mismo entusiasmo que al gran británico Chesterton, inglés hasta la médula pero gran defensor de la cusa irlandesa en pleno enfrentamiento con el Reino Unido de la Gran Bretaña.
El irlandés es un pueblo masacrado por anglicanos y puritanos ingleses por el grave pecado de ser católicos. Por tanto, apúnteme al grupo de entusiastas de Irlanda.
Pero habla usted de la Irlanda de hoy y de su política económica reciente. Atengámonos a ello. Los irlandeses de antes del rescate hicieron una cosa buena, una buena mala y una prometedora. La prometedora consintió, en efecto, en atraer empresas con un impuesto bonancible sobre el beneficio. Pues mire usted, me parece eso mucho mejor que el sistema centroeuropeo –holandés o luxemburgués- que no reduce los impuestos sobre el beneficio sino el impuesto sobre la plusvalías, es decir que no reduce el impuesto de sociedades a las grandes empresas sino el impuesto de plusvalías a las grandes fortunas. (Leer más)
En cualquier caso, lograron atrapar a esas empresas y muchas de ellas, una vez instaladas, se han quedado allí. No creo en la gran empresa, como sí creo y confío en la pyme, pero al menos producen algo, crean puestos de trabajo. La inversión puramente financiera no crea nada para el bien común.
Lo que hicieron mal: endeudarse. No los irlandeses, sino el Gobierno y los bancos, que eran una misma cosa. Y ahí vino el gran desastre: los acreedores les apretaron las clavijas y tuvieron que pedir un rescate. Un rescate que ha sido un desastre para los irlandeses, cuya prima de riesgo continúa por encima de la española y encima se han convertido en una colonia alemana. Es decir, que nunca debieron pedir el rescate. Lo que tenían que haber hecho es lo de otro país al que no admiro tanto pero sí en su actitud ante la crisis, Islandia: dejar quebrar a los bancos y, si fuera necesario, la deuda soberana islandesa.
Es el país que más rápido está saliendo de la crisis. Es lo que –modestia, aléjate- lleva recomendando Hispanidad durante estos cinco años de crisis: el modelo Lehman Brothers. ¿Por qué no lo hicieron los irlandeses? Por lo mismo que no hacen italianos o españoles: no se atrevieron a afrontar la ira de los rentistas. Los islandeses sí se atrevieron.
Ahora bien, ya antes de la crisis los irlandeses hicieron algo muy bueno: subir los salarios, en concreto el salario mínimo interprofesional (hoy situado en los 1.100 euros mensuales frente a los 641 euros de España). Y nada de altos impuestos para las familias: el IRPF más bajo que el actual en España. Lo que subieron fue el IVA. No me gusta ningún impuesto, ninguno, pero sí hay que subirlos –y desgraciadamente ahora había que subirlos- el IVA, convenientemente dosificado según la necesidad de los artículos grabados, me parece el gravamen menos injusto.
En una sociedad financieramente avanzada, a la gente no hay que juzgarla por lo que gana, sino por lo que gasta.
Si, con su carta he descubierto que soy un entusiasta de Irlanda. Tanto es así que su sistema pre-crisis (no el pernicioso rescate de la post-crisis) es el mismo que Hispanidad propone a Rajoy: hay que reducir el déficit público, por lo que los españoles tendrán que realizar todos los sacrificios que se les pidan. Ahora bien, a cambio, suba usted el salario mínimo hasta los 1.000 euros mensuales y cree el salario maternal, antes de que nos convirtamos en una sociedad de viejos que es el prólogo de una sociedad de muertos.
¿Que Irlanda está dejando de ser católica? Ciertamente, pero, como en España, como en Polonia, como en Argentina, de eso a lo mejor no tiene culpa el Gobierno ni la política económica de Dublín, ¿verdad que no?
Mire usted, resumir la doctrina social de la Iglesia, de la Rerum Novarum hasta aquí, es difícil, Pero si usted me obliga a hacerlo (diga que me obliga), lo resumiría en dos puntos:
1.La propuesta de la Iglesia es que haya muchos propietarios y pocos proletarios.
2.El salario digno no puede fijarlo el mercado. Al menos, sólo debe fijarlo a partir de un salario de subsistencia asegurado. Es decir, a partir de un salario digno.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com