Sr. Director:
He leído que la Comisión de Educación del Congreso insta al Gobierno a retirar los crucifijos de las escuelas.

 

Es un paso más en el plan del señor Zapatero para erradicar  de la sociedad española todo vestigio de sus raíces cristianas, convirtiendo a los ciudadanos en personas sin convicciones, guiados exclusivamente por el Padre Estado, que le ofrece un mundo de fantasía, con el mínimo esfuerzo, la máxima búsqueda de placeres, y eludiendo lo que suponga compromiso y/o responsabilidad. 

El Evangelio de ayer -3 de diciembre- compara el conocimiento y cumplimiento de la palabra de Dios con dos hombres que edificaron sendas casas, uno sobre roca -el que se asienta en Dios-,  y el otro sobre arena. Se produjo una gran tempestad que asoló esta última, en tanto que la primera se mantuvo en pie. La coincidencia de este evangelio de hoy con la propuesta de retirada de crucifijos, me ha recordado al rey Nabucodonosor, que llevó a Babilonia a su nivel de mayor esplendor. Si se me permite el inciso, debo decir que en esto ZP no se parece a Nabuco.

Tras la conquista y destrucción de Jerusalén, Nabucodonosor sueña con una gran imagen hecha de varios materiales (oro, plata, bronce, hierro, y barro cocido) que es destruida totalmente. El profeta Daniel lo interpreta de modo que representa el auge y la caída de los poderes mundiales. La deriva de nuestro particular Nabuco -ZP- parece hacerle soñar con aquella imagen con cabeza de oro, cuerpo de plata, piernas de bronce y pies de barro, que caerá y será destruida totalmente porque el reino que pretende perpetuar está edificado sobre arena.

La Iglesia, a la que pretende recluir en las sacristías, ha cumplido dos mil años, y sigue ahí, en tanto que los gobiernos de signo totalitario -incluido el nuestro- caen como las hojas en otoño, porque son árboles de hoja caduca. Algo de esto escuchó Saulo en su viaje a Damasco hace casi dos mil años: dura cosa te es dar coces contra el aguijón.

Amparo Tos Boix