Los carteles en las iglesias para apagar los móviles, están bien. No menos, aquellos que piden decoro.
Me he fijado en algunos con esta lectura: "Está usted en un lugar sagrado. Dios está aquí. Su presencia eucarística es el mayor tesoro que podemos ofrecer al visitante. Entre, pues, decentemente vestido. Ríndale honores: doblando sus rodillas ante Él y orando con humildad. Admire después, en silencio, el arte con que el pueblo cristiano ha querido arropar esta presencia. Reconózcala usted, de nuevo, al marchar" (algunos llevan dibujos rechazando las minifaldas, grandes escotes y vestidos con tirantes, sin mangas).
Son necesarios para atajar la desvergüenza con la que cada vez más personas sin pudor- sobre todo, mujeres-, se presentan en la Casa de Dios, ignorando o pasando de la presencia, allí, de Jesucristo, vivo en el Sagrario y en la celebración eucarística. La iglesia no es la playa ni el teatro.
Leemos, en el Evangelio, que Jesús, ante la falta de respeto en el templo, "haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos..." (Juan 2, 15). Entonces, los discípulos se acordaron de la Escritura: "El celo de tu casa me devora" (Salmos 69, 9).
Vaya mi felicitación para Monseñor Novell, Obispo de Solsona, por su valentía: en diversas ocasiones ha llamado la atención a jovencitas y a señoras por presentarse en la iglesia de forma inapropiada.
Josefa Romo Garlito