En el Reino Unido andan preocupados, porque desde 1983 han nacido 30.000 niños procedentes de donantes anónimos (aunque con ánimo de lucro) de esperma. O sea, que está ocurriendo lo del viejo de chiste de Eugenio:
-Anda hijo, dime una mentira.
Y el niño dijo:
-¡Papá!
Los británicos, siempre flemáticos, ofrecerán a los hijos saber ahora quién es su padre (y hasta su madre), porque la transparencia es una virtud pública de encomiable relevancia política. Eso sí, no se crean: nadie les va a exigir a los padres donantes que se ocupe de sus hijos. Eso ya sería demasiado: ellos aportaron su cosita, cobraron y se largaron, faltaría más. Que ahora no vengan con responsabilidades. En la sociedad del conocimiento el hijo tendrá derecho justamente a eso, a conocer quién es su padre, pero nada más. ¿O qué se ha creído? Tonterías las justas.
Con ello, cuestiones tales como la patria potestad, el cuidado que toda legislación exige a los padres sobre su prole y demás cuestiones así, quedan anuladas por mor de la maravillosa fecundación asistida.
Además, como bien dice el Gobierno de su Graciosa Majestad (de hecho, es graciosísima) podríamos encontrarnos con que por Picadilly caminaran padres de unos 30 o 40 hijos. O como decía Lee Marvin en la Leyenda de la Ciudad sin Nombre, en referencia a un visitante asiduo a la casa de lenocinio del pueblo: El padre de nuestra nación.
Podemos tomarlo a coña, pero vivimos en la época de los huérfanos biológicos. Ese es el título magistral que Dolores Vila-Coro impuso a su libro, donde se narra la angustia de tantos seres que desconocen su identidad (en sentido casi literal), su origen: en otras palabras, desconocen a sus padres. Y así los juzgados empiezan a llenarse de chicos y chicas nacidos de donantes anónimos de semen, con técnicas de fecundación asistida, que denuncian a su madre por haberles ocultado quién es su padre (en breve, tendrán que denunciar a ambos, por aquello de los vientres de alquiler).
Ya me he referido a Vila-Coro en estas páginas. Directora de la Cátedra de la UNESCO sobre bioética, Vila-Coro dirige el Doctorado del organismo ONU (ver www.catedrabioetica.com), e insiste en que la fecundación asistida es un desastre del que sólo pueden surgir desastres. Ella fue la primera en dar la voz de alarma ante la vergonzosa reforma de fecundación asistida, la última gesta de don José María Aznar como presidente del Gobierno, afirmando que no sólo mejoraba, sino que empeoraba la normativa anterior, justo cuando hasta los supuestamente defensores de la vida caían en la celada que les había tendido la ministra de Sanidad, Ana Pastor.
Al final, entre los donantes anónimos y la clonación (el mito de las Amazonas, recuerda Vila-Coro, puede dejar de ser un mito si toda una porción de científicos enloquecidos continúa adelante con su financiada labor), podemos encontrarnos con una sociedad donde se rompa el nexo que une a las generaciones, una especie de "Mundo Feliz", sin lazos afectivos previos. O sea, la sociedad de los huérfanos biológicos.
Eulogio López