La empresa de cosmética ha ascendido a los sindicalistas de UGT y ha reducido las prestaciones a los trabajadores
La madrileña calle de Pajaritos, sede central en España de la multinacional de cosmética L'Oréal, se convirtió en una algarabía el pasado jueves. Una empresa modelo en relaciones laborales, considerada muy paternalista, vivía momentos de tensión: la plantilla en la calle y el convenio sin firmar. Los trabajadores repetían que "nos iba mejor con los fachas que con los zerolos". Por fachas, se referían a los antiguos directivos, aquellos como Sánchez Llames o Martínez Massa.
Pero la empresa se modernizó con la llegada de Luis del Valle. Con él, se redujeron los complementos de jubilación, salvo para los directivos, y se comenzó a apretar las clavijas a la plantilla. Para bloquear a la fortísima sección sindical de UGT, dirigida por el histórico José Luis Dorado, se optó por un sistema moderno y eficaz: ascender a los dirigentes sindicales. Hoy Dorado es todo un jefazo.
En cualquier caso, la plantilla prefería a los "fachas de antes que a los zerolos" de hoy. Les trataban mejor.