- El nombramiento de la abortista Carmen Vela como secretaria de Estado de Investigación asombra hasta en Wall Street.
- Los nombramientos progres del Gobierno Rajoy sólo se entienden como el desprecio habitual del PP hacia el voto católico, al que considera cautivo.
- Si es vil, debería ser delictivo: el padre de Marta Castillo y yo no creemos en los jueces.
Mi amigo financiero es norteamericano de origen español –su madres es aragonesa-, e intermediario bien conocido en Wall Street. Se define a sí mismo como especulador, y tan ateo que no sólo niega a Dios, sino que, puestos a no creer, reniega hasta de la ley natural. Para mi amigo sólo existe el consenso social sobre lo justo y lo injusto, un consenso muy parecido al financiero sobre deuda soberana o sobre una multinacional, que se define con una sola: variable.
Y entonces es cuando me sorprende. Hasta sus neoyorquinos oídos ha llegado el nombramiento de la abortista Carmen Vela (en la imagen) como secretaria de Estado de Investigación. Me pregunta quién ha decidido que la ideóloga del aborto zapateril, entusiasta defensora de la utilización de embriones humanos para la investigación, se haya convertido en cuasi ministra de subvenciones a la investigación científica. Le respondo que no tengo ni la menor idea –recuerden que soy periodista- y entonces se lanza en plancha.
Su primer argumento es que en Estados Unidos, pionero en la investigación con células embrionarias, bendecidas con entusiasmo por Barack Obama nada más llegar a la Casa Blanca, ya han descubierto que el troceamiento de embriones no ha servido ni para curar un resfriado y que, encima, para mayor pitorreo de la moral (la moral es una cachonda) provoca rechazos en los pacientes, además de tumoraciones cancerígenos.
Ahora bien, allí, en Gringolandia, es el sector privado el que financia a los laboratorios machacaembriones, por lo que antes de irse directamente a la quiebra, estos matarifes han reconvertido su actividad hacia la investigación con células madre adultas, que no matan a nadie y consiguen éxitos terapéuticos. Ventajas de guiarse por el dios-mercado.
En España, por el contrario, como quien paga es el político, es decir, los que funcionan con el dinero de los demás, el sectarismo homicida del Zapaterismo pervive en el Marianismo, y Carmen Vela tiene la intención de seguir subvencionando los mataderos de embriones sitos en Madrid, Valencia, Barcelona, Sevilla y Granada, todo sea por la ciencia y el progreso médico. Y es que el Partido Popular es derecha pagana y los complejos que genera su incoherencia se llaman Carmen Vela.
Lo curioso es que, apenas un instante después, mi amigo, el especulador, me asegura que no debe cerrase el grifo de dinero público para destripar embriones porque no hayan obtenido éxitos terapéuticos –"eso sería utilitarismo"- sino por el hecho de que no se puede utilizarla al hombre como medio.
Asombrado me quedo, a fuer de sorprendido. Estos desertores de la ley natural no dejan de invocarla a conveniencia cuando proceden… o cuando su conciencia levanta la mano.
En cualquier caso, ésta es la historia de los complejos del Partido Popular, o sea de la derecha pagana española, no menores con Rajoy que con Aznar. Y no denuncio yo, sino un financiero naturalista, pelín calvinista, de Wall Street que no cree en la ley natural pero que la aplica. Y es los especuladores pueden ser codiciosos pero no idiotas, al menos los especuladores con éxito. Porque, claro, cuando Carmen Vela, hoy secretaria de Estado del PP, alumbró la genial idea de que el embrión es un ser vivo, pero no es un ser humano (a lo mejor es una cría de hipopótamo) lo que quería decir era esto: ¿Cómo podemos llamar homicidio a la muerte se algo tan pequeñito como un embrión? Curiosísima línea argumental que nos lleva a concluir que Fidel Castro es un señor mucho más respetable que Teresa de Calcuta, porque era más grande y fuerte que la feúcha y encorvada religiosa kosovar.
Y claro, mi amigo yanqui está dispuesto a creerse los análisis de la agencias de riesgo, pero no una 'grosem chorradem' de este calibre… que es la que propugna el Marianismo, que no viene de María sino de Mariano.
Los nombramientos progres del Gobierno Rajoy sólo se entienden como el desprecio habitual del PP hacia el voto católico, al que considera cautivo.
Si es vil, debería ser delictivo: el padre de Marta Castillo y yo no creemos en los jueces
Esta es la historia que explica el sentido último de la crisis que padecemos.
Asegura el padre de Marta del Castillo que no cree en la justicia, tras la sentencia sobre el asesinato de su hija adolescente. Yo tampoco. Bueno, en la justicia sí creemos, pero no en los jueces.
El problema de la crisis es que como hemos prescindido de los diez mandamientos sólo nos queda la ley, y la ley, al contrario del Decálogo, no sólo es coercitiva sino que, además, no apela a la conciencia del hombre sino a sus obligaciones sociales.
Me explico: los propios jueces que han condenado a uno y absuelto a tres, aseguran que la conducta de los acusados en vil, pero no es delictiva. Pues mire usted, si es vil (moral) debería resultar delictiva (penal). Con esta justicia laica, se cumple la definición de justicia ensayada por Noel Clarasó: "Grupo de personas que se reúnen para decidir cuál de los dos abogados es el mejor".
El diario ABC se aferra a su fé en la administración de justicia: "Eesulta evidente la necesidad de una reforma legal que sancione el acusado por usar la mentira y el engaño, que nada tienen que ver con el derecho a declarar contra sí mismo". Me gustaría aceptar esa salida, pero los hechos se empeñan en negarlo.
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, asegura que se endurecerán las penas para delitos cometidos por menores. Esa no es la cuestión: puede endurecer usted el castigo todo lo que quiera que eso no evitará más casos como el de Marta del Castillo, porque la modernidad ha olvidado un principio muy sencillo no todo lo que sabemos es verdad resulta demostrable.
El problema es otro. Hemos expulsado a Dios de la política, la justicia y la economía. Bien, entonces ¿de qué nos extrañamos? Condenamos lo ilegal, pero la verdad evidente no siempre es demostrable empíricamente. Y al final, resulta que no podemos demostrar salvo aquello que podemos grabar (y tengo mis dudas). Y es que le empirismo no demuestra la verdad pero anula la certeza y en el universo empírico en lo que nos movemos, el rigor se ha convertido en enemigo de la verdad.
Por cierto, ¿la sentencia hubiera sido otra si la decisión la hubiera adoptado un jurado popular, lego en leyes, no necesariamente en justicia?
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com