Rafael Correa, nuevo presidente de Ecuador, chavista él, un punto menos atrabiliario que Chávez y Morales, ha preparado su toma de posesión con una ceremonia en la que cuatro brujos indios han danzado en torno al economista con mucho entusiasmo. Todos ellos parecían vivenciar lo que un castizo vallecano calificaría como un colocón enorme, pero don Rafael aguantó la ceremonia de forma majestuosa y hasta sonriente.
La brillantísima ceremonia fue calificada por Televisión española como una liturgia en la que sacerdotes indígenas insuflan energías al nuevo presidente. Energías positivas, se entiende.
Eso es lo que necesita la Revolución Bolivariana: mucha energía chamánica. No necesito explicarles la unción con la que mi presentador favorito, David Cantero, conocido en todo el mundo como el David más sincero, presentó la escena. Si se hubiera tratado de un ceremonia eucarística católica, el asunto hubiese sido despachado con profunda aversión, o sencillamente silenciado, pero el respeto a las culturas ancestrales forma parte del credo que anima a la TV de Mister Bean. Los chamanes, o sacerdotes indígenas, son cultura, los curas de la parroquia de al lado son tenebrosos. ¿Lo cogen?
Correa solicitó una república panhispana, de corte inequívocamente democrático y progresista, y lo hizo en presencia del campeón de la democracia, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad. Como informamos hoy, los obispos venezolanos han lanzado un aviso muy clarito : definen a Hugo Chávez como una reedición de las dictaduras marxistas de Europa central y Oriental.
Y el asunto es grave. Que se sepa, el nuevo populismo, es decir, la tiranía marxista, ha ganado para su causa a Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. La Argentina se encuentra aun paso, y si no ha dado ese paso es porque Néstor Kirchner considera que el marxismo debía haberlo inventado él. En el sector bolivarianismo con corbata, se encuentra Uruguay, Chile y Brasil, regímenes donde no es posible imponer el populismo con facilidad. Son menos atrabiliarios, y no le gusta la revolución callejera sino la burocrática.
Y todo ello ocurre mientras el pueblo ecuatoriano, los pobres reales, se trasladan a Occidente para poder sobrevivir, e incluso, como ha ocurrido en la Terminal 4 del Barajas, sufren un terrorismo, el nuestro, que ni tan siquiera comprenden. Y todo esto sucede mientras los venezolanos siguen viviendo en la miseria y en la inseguridad, algo que puede ampliarse a brasileños, peruanos, chilenos, uruguayos y, en menor media, ciertamente, a argentinos y chilenos.
Ahora, además de los chamanes (insisto : es urgente ver la genial película de Mel Gibson, Apocalypto) ahora contamos con una especie de alianza hispano-islámica, es decir el chantaje petrolífero a Occidente que capitanean Mahmud y Hugo. Una mezcla explosiva, de la que sólo el Islam saldrá ganando. El Islam, más asesino, se entiende.
Menos mal que contamos con la energía de los chamanes.
Eulogio López