El euro ha favorecido, sobre todo, a los alemanes. A España, por ejemplo, le ha perjudicado mucho. En primer lugar porque ha homologado precios, pero no los salarios. Lo que costaba 100 pesetas pasó a costar 166,386 euros de la noche a la mañana.
Además, nos quitó el recurso a la devaluación de la moneda, necesario para España.
Otrosí: cuando llegó la crisis, los alemanes no tuvieron empacho en que el BCE usara la manguera para solucionar su crisis de liquidez. Ahora presionan para que el BCE cierre la manguera, cuando lo necesitan otros países, por ejemplo, España. Ellos ya salvaron a sus bancos con dinero público y con la máquina de hacer dinero.
Quizás nunca debimos entrar en el euro. A fin de cuentas, es absurda la homologación monetaria si no va acompañada de homologación fiscal y de rentas.
¡Ah! Y la homologación fiscal que pretende doña Angela Merkel es también una coña. No se trata de reducir impuestos sino de obligar a los demás países a aumentar los suyos. Es decir, no se trata de un pacto fiscal, sino de un pacto sobre las cuentas públicas. Pero, sobre todo, no vale tener una sola moneda, una misma disciplina fiscal... con una diferencia salarial que en ocasiones alcanza el 100 por 100.
Además, el nacimiento del euro y del BCE coincide, no por casualidad, con el estancamiento del presupuesto común de la Unión Europea, que era el elemento de solidaridad entre los países miembros. Se sustituyó el dinero por el crédito como instrumento de construcción de la unidad supranacional.
Lo malo es que es más fácil entrar en el euro que salir de él. Por eso, la arrogancia alemana con Grecia resulta ligeramente molesta.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com